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lunes, agosto 28, 2023

Fassbinder en Lord Cochrane (UCEN) 

 Mi amigo y colega Silvio Cuneo me invitó a comentar un file, y escogimos "El amor es más frío que la muerte", de Fassbinder, que fue su primera película (1969).

Recordé que antes del estallido de octubre de 2019 estaba intenta escribir algo sobre el anarquismo de Fassbinder, que quedó inconcluso.

Rescaté el fragmento que alcancé a redactar, y espero terminarlo algún día.


LA ANARQUÍA SEGÚN FASSBINDER

Conocí a Rainer Werner Fassbinder casi por casualidad. Me encontré con “La ansiedad de Verónica Voss” curioseando en el informal puesto de películas de “cine arte” que se instalaba en unas calles adyacentes a la Feria de que los días sábado en Avenida Grecia, desde poco más arriba de la Rotonda hasta casi llegar a Tobalaba. Dado que esos DVD-R se vendían a 4 por mil pesos, siempre había motivos para llevar cosas nuevas y explorar.

Al ver el film lo que me llamó la atención, más que la historia en sí misma de dos ancianos drogadictos,  fue el ambiente oscuro, la estética de antigua película policial, pero filmada en Frankfurt del Meno. Esa ciudad era conocida para mí sobre todo por Theodor Adorno, Max Horkheimer y la famosa “Escuela”: el Instituto de Investigación Social. Una vez hacia el año 2005 pasé por ahí en bus, acompañado por mi pareja de ese entonces, y estuvimos gran parte del día paseando sin rumbo fijo y sin encontrar nada muy interesante, salvo por libros de Adorno hasta en la estación de trenes. En la película se aprecia un parque por el que recuerdo haber pasado, y no mucho más.

Seguí explorando, y llevé “El asado de Satán” y “El viaje a la felicidad de mamá Kusters” (mejor traducible como “Mamá Kusters se va al cielo”). Ahí empecé a entender mejor a RWF, y la manera en que su obra es una lúcida (auto) crítica de las pretensiones radicales de 1968 y en qué fueron derivando en los años posteriores.

En El Asado de Satán uno de los primeros colaboradores del Antiteatro que RWF dirigió desde fines de los 60, Kurt Raab, hace el papel protagónico: un “poeta de la revolución” con un ego monstruoso, perdido en medio de un bloqueo creativo, que vive una especie de fascistización estética de la mano de su fijación con el poeta Stefan George…Uno de los films más rabiosamente hilarantes que haya visto.

Por su parte, la historia de Mamá Kusters es incluso más impresionante: esposa de un obrero apolítico que repentinamente mata a su patrón en un ataque de cólera al saber que ha sido despedido, resultando él mismo muerto a consecuencia de esa explosión de rebeldía, la viuda se enfrenta a la apatía de sus familiares y la criminalización sensacionalista del Sr. Kusters por la prensa burguesa. Quienes sí empatizan con ella son dos aburguesados periodistas del Partido Comunista de Alemania, logrando que la señora Kusters se una al Partido, para ego olvidarse del caso de su esposo en vistas de una importante campaña electoral. En su desesperación, Mama Kusters se hace amiga de un anarquista, quien le propone una “acción directa” junto a sus camaradas en las oficinas de un periódico….y a partir de ahí todo se sale bastante de sus casillas, pero no digo más porque no querría contarles el final (o más bien, los finales).

Saltando medio siglo hacia atrás desde esos turbulentos pero deprimentes años 70, RWF ofreció en su último período una versión televisiva de la novela de Alfred Döblin “Berlin Alexanderplatz”. Esta elección es particularmente relevante para entender la original versión de anarquía que nos ofreció Fassbinder en su vida y obra. No sólo se trata de una profunda manera de abordar la historia de la derrota proletaria alemana de 1919/22 y el camino desde la República de Weimar hacia el Tercer Reich, a través de las desgracias vitales de Franz Biberkopf, sino que hasta donde puedo entender, creo que Fassbinder se identifica en cierta medida con la curiosa posición política del doctor Döblin, entre socialista, anarquista y cristiana. Eso puede explicar que, a pesar de que por los 13 capítulos desfilan varios personajes asociados explícitamente al PCA y al nacional-socialismo, tal vez la posición que queda mejor expresada es la ácrata. En efecto, Biberkopf junto a un amigo “dandy”, ambos dedicados al proxenetismo, acuden a un mítin donde un orador no identificado pronuncia un fuerte discurso anti-electoral y anticapitalista. Se dice que Döblin, que utilizó muchos materiales de la vida cotidiana transcribiéndolos directamente al texto (publicidades, recorridos del transporte público, canciones, etc.) acudió en esta parte a prensa anarquista de la época, con la cual siempre simpatizó. Luego del mítin, se produce un tenso diálogo entre los proxenetas y un obrero, donde cada parte acusa a la otra de ser servil y funcional a los intereses de los capitalistas.

Entre estos hallazgos y el momento actual he investigado lo que he podido sobre las posiciones políticas de Fassbinder, y creo que la mejor fuente hasta ahora la constituye el enorme volumen de entrevistas editado en Chile por Hueders. Valga destacar que existe una antología de entrevistas publicada en inglés con el sugerente título de “La anarquía de la imaginación”. En el medio nacional también es posible toparse con la edición de su obra de teatro “La anarquía en Baviera”, por las editoriales Caxicóndor/Inubicalistas, del puerto de Valparaíso, con una valiosa  informativa presentación a cargo de….¿Olivos? En esa breve y contundente presentación se arroja luz sobre la vinculación personal entre el cineasta, su entorno, y personas que más o menos ligadas a éste llegaron posteriormente a integrar la Fracción del Ejército Rojo (más conocida por su sigla en alemán como R.A.F., o “la banda Baader-Meinhof”), sobre la cual RWF tuvo sentimiento encontrados una vez desatada la campaña “terrorista” y su fuerte interacción y retroalimentación recíproca con la represión estatal, y a la que dedicó su film “La tercera generación”.

Vamos entonces a los datos, partiendo por el principio.

Como ya es bastante sabido, RWF fue un personaje bastante único dotado de una tremenda energía vital, y que irrumpió en la escena cultural alemana cuando tras haber hecho algunos cortos y haberse integrado a un grupo de teatro radical dirigiéndolo, se propuso incursionar en el cine realizando en pocos días una película con menos del 10% del dinero que solía gastarse en esos tiempos en una producción cinematográfica.

RWF dice que la idea de hacer una película le vino cuando junto a un actor amigo vieron en una sala la película “Dios perdona, yo no”, la que les habría “volado la cabeza”. Sobre la misma, y siguiendo su impulso, se dedicó a conseguir dinero, y tras golpear la puerta de una conocida mecenas consiguió lo necesario para ponerse a rodar, sin haberlo hecho nunca antes.

El resultado fue histórico y revolucionó al cine moderno: “El amor es más frío que la muerte”.

Los protagonistas son lumpen-proletarios que luchan en medio de complejas relaciones de dominación afectiva y económica. Pero no me centraré en la película -para disminuir el riesgo de disgresiones, y además porque es mejor ir y verla antes de leer cualquier cosa-, sino que en una de las reacciones que generó, tras ser exhibida en un festival de cine (la Berlinale).

Según Rainer, la gente se puso furiosa al ver esta “película anarquista”, pero  lo que realmente  los hizo entrar en ebullición fue que él dijera: “sí, soy un anarquista”, y menciona a “un crítico vienés que todo el tiempo decía ‘¿Y a un sujeto así lo dejan andar suelto por Alemania?.’ Y que una y otra vez preguntaba quién le permitía a estos elementos desmoralizadores del Estado que además mostraran sus películas en un festival alemán Eso sin duda aporto su parte. Era un clima espectacular. El lugar de la discusión estaba tan lleno como no me ha vuelto a pasar en mi vida” (Las entrevistas completas, pág. 103).

¿En qué sentido se definía Fassbinder como anarquista en esos turbulentos fines de los años sesenta? Hasta aquí uno estaría tentado de verlo como un provocador anti-social, como una especie de anarquista estético. Y sabemos que las estéticas rupturistas bien pueden ser vistas como “anárquicas” en el sentido en que cuestionan o destruyen la noción de orden vigente hasta ese momento en el campo de las artes, aunque a nivel político no necesariamente calcen con posiciones socialistas/libertarias. 

Pero Fassbinder iba más allá de una mera anarquía estética, y ya en su obra de teatro “Anarquía en Baviera” expresa una reflexión profunda y al mismo tiempo amargamente autocrítica sobre las posibilidades reales que tendría y problemas cotidianos que enfrentaría una transformación social basada en dicho ideario: la Anarquía Socialista de Baviera, denominación que demuestra una profunda comprensión política, pues vincula el componente “económico” de la Revolución Social con el “político”: no es una república federativa ni obrera, sino que nada menos que la anarquía socialista. Recordemos que los bakuninista a fines de siglo XIX se autodefinían como: “en religión ateos, en política anarquistas, en economía comunistas”.

La idea de Fassbinder en esa obra era “suponer que en Baviera había una revolución de tipo anarquista y qué pasaría entonces. Si la consciencia de la gente que vivía en esa provincia que había sido revolucionada podía seguirle el tranco a la revolución o no. Mi teoría era que la consciencia de la gente no puede seguirle le tranco, sino que primero la gente debe tomar consciencia, antes de poder hacer una revolución. O sea, bueno, de eso se puede decir lo que se quiera, que es reaccionario o no, pero era mi punto de vista” (Las entrevistas completas, pág. 99).

Nada más decidor de la subsistencia post-revolucionaria de viejos problemas que los siguientes nombres en el reparto: viejo amor romántico masculino; viejo amor romántico femenino; nuevo amor romántico masculino; nuevo amor romántico femenino…

Poco después, en otra entrevista, Fassbinder profundiza en su comprensión de la anarquía mientras conversa sobre el fenómeno del liderazgo en los grupos y comunidades (como la de su mismo Antiteatro), de lo que en principio habría que culpar a la sociedad. Y en relación a su grupo señala que “esa es sin duda la razón de por qué dos o a lo sumo un par más de nosotros somos anarquistas, no marxistas, porque el marxismo es un estadio que hay que alcanzar en el camino hacia la anarquía, tal como nosotros la concebimos. Nuestras concepciones de la anarquía no tienen nada que ver con el caos, sino con un orden completamente natural. Eso se asemeja tal vez a las concepciones ideales del marxismo”. Y remata: “Por supuesto que existen anarcomarxistas, que se hacen llamar así o a los que uno llamaría así, pero eso no tiene nada que ver con nosotros” (Las entrevistas completas, pág. 156).

 ¿Qué es lo que quiere decir  exactamente con esto?

En primer lugar, al parecer sitúa al anarquismo como pendiente de los problemas relativos a la dominación entre las personas, mientras el marxismo trata principalmente de la explotación, en el sentido de la economía política y su crítica. Eso determina posiciones distintas dentro del grupo: anarquistas y marxistas. División que existe en el campo socialista/proletario desde la pugna entre marxistas y bakuninistas en los tiempos de la Asociación Internacional de Trabajadores: la Primera internacional.

En segundo lugar, Fassbinder parece marcar distancia de los híbridos anarco-marxistas tan en boga en el 68 europeo. Desde los “mao-spontex” a las diversas formas de entusiastas del “consejismo” -al que ven como un puente entre ambas ideologías-, y los llamados de ex trots como Guerin en favor de un “marxismo libertario”, en medio de una abundancia de Poder Negro, socialismos africanos, asiáticos y tropicales, todo el ambiente se teñía de rojinegro en esos tiempos. Pero Fassbinder (y con él, suponemos, los otros anarquistas del Antiteatro) entendían al marxismo como un estadio a alcanzar en el camino a la anarquía.

Podemos estar 100% de acuerdo si recordamos que el objetivo último del comunismo, según los mismos Marx y Engels, es precisamente la abolición del Estado. Y antes de eso, el socialismo sería como mucho la primera etapa de una transición mucho más larga y profunda en la ruta de la emancipación humana.

(el manuscrito se interrumpe aquí) 



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jueves, agosto 24, 2023

Lanzamiento "La religión de la muerte": capítulo sobre Umberto Eco y el fascismo eterno 



Umberto Eco y el ur-fascismo (o “fascismo eterno”)

Con la intención positiva de estar alertas frente a un posible resurgimiento del fascismo, algunos intelectuales como Umberto Eco han llegado a hablar de un ur-fascismo o “fascismo eterno” (1), que siempre “puede volver de nuevo bajo las vestiduras más inocentes” y por eso “nuestro deber es desenmascararlo y señalar con el dedo cada una de sus nuevas formas –cada día, en cada rincón del mundo-”.

Emilio Gentile ha reaccionado con fuerza en contra de esta interpretación, que para él tendría el notorio y muy adverso efecto de otorgarle al fascismo el don de la inmortalidad, a diferencia de cualquier otra posición o ideología política. En efecto, a nadie se le ocurriría hablar de un liberalismo, un trotskismo, socialcristianismo o anarcosindicalismo eternos, pero gracias a la afirmación de Eco cualquier neofascista podría sentirse orgulloso de unirse a la única expresión política que existiría desde siempre, trascendiendo a todos los acontecimientos, modas sociopolíticas y demás vaivenes de la historia. El “fascismo eterno” sería no sólo un “enemigo poderoso” sino que más bien absolutamente invencible, que existe desde y para siempre, profundamente enraizado en la naturaleza humana.

De todos modos, a pesar de las críticas a la “eternidad” del fascismo, cabe destacar que incluso Enzo Traverso, partidario en general de un uso acotado del concepto, afirmó en el 2019 que “el posfascismo está creciendo en todas partes y no sabemos el desenlace de su proliferación”, y que “podría mantenerse en el marco de la democracia liberal, pero también podría experimentar una nueva radicalización, especialmente en el caso de un colapso de la Unión Europea, que es uno de sus objetivos”. Las premisas de ambos desarrollos ya existen, así que de producirse la segunda opción “nos veríamos compelidos a reconocer que el fascismo no fue un paréntesis del siglo XX”, pasando así a ser un “concepto transhistórico” (2).

Por de pronto, Traverso reitera a propósito del actual ascenso de las “derechas radicales” en varios países que “el concepto de fascismo parece a la vez inapropiado e indispensable para comprender esta nueva realidad”, y esa es la razón por la que “el concepto de posfascismo se corresponde con este paso transicional” (3).

Leyendo el texto de Eco -que contiene recoge su intervención en la Universidad Columbia en abril de 1995, conmemorando el cincuentenario de la “liberación” de Europa-, tengo la impresión de que la crítica de Gentile es algo excesiva, pues más que sostener la “eternidad” del fenómeno fascista lo que el autor intenta hacer es identificar algunos “arquetipos” que nos sirvan como indicadores o señales de la presencia de alguna forma de fascismo. Dentro de ellos señala el vínculo entre culto a la tradición y sincretismo ideológico, e identifica en su rechazo de la modernidad (aunque no necesariamente de la técnica) el elemento que le permite al fascismo camuflarse de anticapitalista, en base a una supuesta crítica radical del modo de vida capitalista, que constituye en realidad una reacción anti-ilustrada e irracionalista, en contra del espíritu de 1789, descalificado como el origen del “liberalismo”. 

Otro rasgo que activaría la alerta de Eco -y que se encuentran muy presente en la alt-right norteamericana y otras formas de nueva extrema derecha en Chile y el mundo, incluyendo al Partido Republicano de Kast y toda la autodenominada “fachósfera” que pulula a su alrededor-, es la obsesión por el complot, sobre todo si este alcanza una dimensión internacional.

A esto debemos agregar algo que Eco en 1995 no podía aún imaginar: la difusión de diversas “teorías conspirativas” a través de las redes sociales, logrando intoxicarlas de fake news, creando trending topics, y dando desde internet la “batalla cultural” contra el globalismo marxista y/o liberal. Las versiones más conocidas de estas teorías del complot han sido QAnon en Estados Unidos, y la de la “revolución molecular disipada” dada a conocer desde Chile por Alexis López Tapia (4) y divulgándola incluso entre las fuerzas armadas de Colombia justo antes del estallido social ocurrido en ese país desde abril del 2021.

López Tapia tuvo un enorme minuto de fama luego de la insurrección colombiana, puesto que no sólo suministró argumentos a los represores para no dudar en aplastarla implacablemente, sino que su teoría fue referida en un polémico tuit por el ex presidente Álvaro Uribe. En brevísimos cinco puntos el derechista Uribe resumía la situación y terminaba señalando: “Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”, y pedía fortalecer a las Fuerzas Armadas cuando ya habían asesinado a más de 24 manifestantes. Gracias a la visibilidad así adquirida muchos analistas dentro y fuera de Chile se volcaron a analizar la particular lectura del concepto de “revolución molecular” de Félix Guattari, y la adaptación con el agregado “disipada” que realiza López.

Hay que señalar que en Chile el ex Ministro Mañalich ya había revelado a mediados del 2020 que estaba leyendo a Guattari para entender el estallido social y el control de la pandemia (5). Desde Europa Franco Berardi, que conoció bien a Guattari y su obra, destruyó de manera fulminante la versión de Uribe y de López (a quien trata de “pobre diablo”):

“La revolución molecular no tiene absolutamente nada que ver con una táctica de combate. Esto no quiere decir que Félix Guattari estuviera desinteresado del combate y la táctica, pero el concepto de revolución molecular se refiere justamente a lo contrario de la táctica. Cuando se habla de revolución molecular, se habla, de hecho, de un proceso que no puede estar dirigido ni programado, ya que no es un efecto de la voluntad racional, sino justamente una expresión del Inconsciente, del deseo que no tiene nada que ver con las formas políticas establecidas ni con la astucia de algún marxista oculto en algún sitio en el bosque” (6).

Posteriormente se supo que la teoría de López gozó también de mucha popularidad en la Inteligencia de Carabineros. Un reportaje de Victor Herrero en Interferencia señala que a fines del 2019 Luigi Lopresti, jefe de la DIPOLCAR, “insistía en que la explicación de todo lo que estaba ocurriendo en las calles y plazas del país encontraba una respuesta coherente en una teoría del neonazi chileno Alexis López Tapia”, y que “durante varias semanas de fines de 2019 e inicios de 2020, Lopresti ordenó poner las cerca de 15 láminas del PPT que resumía la teoría de López en una pared de las oficinas de la Dipolcar” (7). El documento en cuestión, titulado “Crónica del octubre rojo” vino a conocerse recién a fines de septiembre de 2022, cuando los hacktivistas de Guacamaya liberaron miles de documentos y correos electrónicos del Estado Mayor Conjunto de la Defensa de Chile. Adjunto a un correo cuyo mensaje decía “Perro imprime esto para el teniente porfa” (sic) se encuentra un texto de 36 páginas firmado por López el 8 de noviembre de 2019, anunciando una segunda parte en desarrollo. Lo más llamativo es que además de una cronología de los hechos que llevaron “de la evasión a la insurrección” se interpolan análisis que atribuyen la responsabilidad de estos hechos al filósofo francés Gilles Deleuze (fallecido en 1995), el grupo Tiqqun/Comité Invisible, algunos chavistas venezolanos, el anarquismo insurreccionalista y los ecoextremistas. La Revolución Molecular Disipada sería un “modelo insurreccional” que avanza a través de las fases de Escalamiento, Copamiento y Saturación. Los grafitis en las paredes son en realidad “órdenes de combate” para una “acción revolucionaria horizontal”, y para estos estrategas “es imprescindible que ocurran violaciones a los DDHH”, las que deben ser alegadas para debilitar la “autoridad moral del Estado para imponer el orden” e inhibir el “pleno uso de sus capacidades materiales” por parte de las fuerzas de orden y seguridad” (8). Esta “teoría” es bastante práctica y revela una vez más la profunda simbiosis entre fascistas y aparatos represivos: en Colombia estos últimos no se “inhibieron”, resultando más de 42 civiles muertos (9).



NOTAS al pie:

 1.- Aunque la expresión “ur” designa, más que la eternidad, el estado original o primitivo de un fenómeno u objeto.

 2.- Enzo Traverso, “Postfascismo. Fascismo como concepto transhistórico”. Viento Sur, 3 de diciembre de 2019.

3.- Ibid.

4.- Que ya no se define como nacional-socialista sino que como socialista-nacional, lo cual es equivalente de a que uno diga que no es anarcocomunista sino que comunista anárquico. Cabe destacar que hacia 1993 Hans Magnus Enzensberger había hablado de la “guerra civil molecular” como un nuevo tipo de conflicto que empezaría a darse en las metrópolis.

5.- Así, fuera de los papers científicos, por estos días el doctor busca respuestas en el libro La revolución molecular, del fallecido filósofo y psicoanalista francés Félix Guattari. Allí, en los 70, por primera vez se plantea que las revoluciones venideras no serán con líderes a la cabeza, o en dos bandos como se planteó la Guerra Fría, sino que, desde las bases, distintos colectivos, y a raíz del malestar cotidiano. Quizás, allí -sostiene Mañalich- pudiera estar una de las claves para el éxito del manejo de la pandemia”. En: https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/manalich-sus-dias-mas-grises-en-la-pandemia/2CWTM4K2BBDRRHJDUG2NLI7DSU/   

6.- Franco Berardi, ¡VIVA LA REVUELTA ANTI-FINA(N)ZISTA DE LXS COLOMBIANXS! Pero esto no tiene mucho que ver con la revolución molecular. Lobo Suelto, 16 de mayo de 2021.

7.- https://interferencia.cl/articulos/la-silenciosa-estrategia-del-general-lopresti-jefe-de-la-dipolcar-para-socavar-al-gobierno

8.- Alexis López Tapia, Crónica del octubre rojo, 2019.

9.-https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Fallecidos_durante_las_protestas_en_Colombia_de_2021

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