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viernes, diciembre 31, 2021

La música hace medio siglo, o 1971: la nostalgia ya no es lo que era antes 

A mitad de año Marisol García escribió en La Tercera acerca de 1971 como una época dorada de la historia de la música, en base a un montón de materiales que se editaron ese año. No la leí entera y no la tengo a mano ahora, pero recuerdo que mencionaba algunos de estos artefactos:

-Serge Gainsbourg, “Ballade de Melody Nelson”. 

Sólo tengo un CDR comprado en Argentina, junto a dos compilados suyos en CD. Recuerdo que justo después fui a un evento en que estaba el famosos cantante Carlitos Nekro (ex Fun People y eternamente en BUM BUM Kid), y me reprochó andar por ahí por las callecitas de UBUenos Aires comprándome discos de Gainsbourg (de quien se declaró fan, obviamente y no podìa ser menos) en vez de devolverle una cagada de plata que le debía desde los tiempos en que distribuía discos feos de Ugly por acá. Mi hermana chica tiene el LP. Le devolví la plata cuando vino de nuevo a Chile con los Crudos y estallò el CHAOS, para que no ande pelando más. Soy un niñx sensible. (La otra vez finalmente encontré en la bodega la pila de discos que había extraviado y la verdad es que salvo por el de Delmar, el resto es pura basura).

-Chico Buarque, “Construção”. Hermosa obra. La conocí por el maestro Daniel Viglietti en un caset Alerce que tenía mi padre. Escuchen la versión de Tensión, con dos interesantes invitados.

-Los Jaivas, “El volantín”. Conseguí este en un supermercado, en la pila de ofertas a luca. Una vez me encontré con Claudio Parra en la micro y antes de bajarme me acerqué sólo para agradecerles este disco. Se sorprendió de que fuera justo ese disco; me imagino que los fans aman más "Alturas de Macchu Picchu" (considerado segùn un montòn de expertos como dentro de la trilogía mayor de la discografia de la musica chilena, junto a "La voz de los 80" y "Las últimas composiciones de Violeta Parra".

-Inti Illimani, “Autores chilenos”. Uno de los pocos discos de II que escucho. El realismo socialista musical no era tan feo cuando interpetaba obras de Violeta Parra. En mi version CD de kiosko trae ademas su versiòn de varias canciones revolucionaras mexicanas, como bonus track. 

-Congreso, “El Congreso”. Este no lo tengo.Tuve otro que se llamaba "Congreso". Excelentes material en esos años. A fines de los 80 se me hicieron inseparables de la polìtica cultural de la Concerta. Lástima. Terminaron hasta defendiendo a Lollapalooza. Murió uno hace poco. QEPD. 

-Víctor Jara, “El derecho de vivir en paz”. ¿Qué más podríamos decir de Víctor y de este disco?  Una cosa nomas: bien por Victor el haber agregado guitarra eléctrica (vía Los Blops). Me imagino las caras de amurrados de los momios de izquierda. 

…Agregaría que 1971 era el centenario de 1871: la Comuna de París, natalicio de Vladimir Ilich Ulianov (aka el pelao Lenin) y de Rosa Luxemburgo. La Angry Brigade celebró con una  seguidilla de atentados explosivos, anticipando Anarchy in the UK.

Por otra lado, 1971 era la cresta de la ola del segundo asalto proletario contra la sociedad de clases, iniciado de a poco durante los 60 y estallando notoriamente desde 1968.

1848 y 1968: las dos revoluciones mundiales de la historia.

Me gustaría referir un par de artefactos adicionales de hace medio siglo, de esos tempos ya ACABados en que la humanidad estaba orgullosa de su producciòn de artefactos musicales:

-Faust, s/t. Maravilloso. Nunca hay que dejar de escuchar esto. La banda comuna funcionando ebria de hachis y con mucha plata en equipos y un tècnico proporcionado por el sello Polydor, a cuyos ejecutivos convencieron de estar inviertiendo en "los nuevos Beatles".

-Can, Tago Mago (doble LP). Me lo llevo a una isla desierta, junto al “Trout mask replica” de Beefheart. Comunal y Descomunal. Esta casi todo aca. Preguntenle a todos los rockeros creativos que hubo a partir de aquí.

-Amon Düül II, “Tanz der Lemminge” (doble LP). Me quedo con “Yeti” pero igual pascual…Krautrock (des)comunal. Si hasta salieron en alguas películas de Fassbinder.

-Guru Guru, “Hinten”. Glorioso noise rock germanote. Màs Krautrock (des)COMUNAL. Tal vez los mas densos del lote.

-Caetano Veloso, “1971” (aka A Little more blue). Un album triste, desde el exilio inglés. Lo vi una sola vez, en Montevideo. Lo dejé ir. Crasso error.

-Ornette Coleman, “Twins” (recopilatorio). Tengo el LP, comprado en el Persa Biobío. Incluye la versión corta de "Free Jazz" con el cuarteto doble. Corran si no lo conocen.

-MC5, “High time”. Algún amigo rockero pichulero del extremo austral se choreó este CD una vez que le presté la casa a mi hermana chica para celebrar su cumpleaños. También el primero de Saint Vitus, pero ese al final lo devolvieron.El free rock en lo que tenía de más rockero y a la vez, libre. El favorito de varios amgos. Yo no puedo olvidar el impacto del primero que oì: DEJEN LA CAGA! (aka Kick out the jams).

-Miles Davis, “A tribute to Jack Johnson” (en este se luce Sonny Sharrock pero no lo pusieron en los créditos); “Live/Evil” (conseguí el CD doble en Montenvideo. Parte en estudio y parte en vivo. Interesante, incluso para quienes como yo mismo no somos tan fans del Miles eléctrico ni de la fusión jazz/rock pichulera en general. Buenos temas de estudio con invitados brasileros).

-Art Ensemble of Chicago, “Phase One”. Sólo tengo el CDR. It`s Art.

-Black Sabbath, “Master of reality”; “Paranoid”. Sólo diré que no me podría quedar con uno solo de estos.

-Masayuki Takayanagi, “La Grima”. En vivo. Volcánico. En los inicios de la dialèctica "Mass projection"/"Gradually projection". Nuevas direcciones para el arte.

-Derek Bailey, “Solo guitar”.

MT y DB: guitarras sublimes, supremas, únicas.


-Pharoah Sanders, “Thembi”. No es mi favorito, pero...¡es el Faraón! Entrando en una fase abiertamente orientalista.


-Brötzmann/Van Hove/Bennink plus Albert Mangelsdroff, "Live in Berlin ´71". La escena "free" europea se desarrollaba fuertemente, generando sus propias movidas en UK y Alemania. FMP: producción de música libre. Herr Brotz en plena forma. Y sus amigos. 

Y cómo olvidarlo: 1971 marcó el inicio de lo que se denominó como T.Rextasis, que duró un par de años pero fue muy intenso. Los años glam. Ringo Starr hizo una película sobre eso: "Born to boogie". El álbum 1971 de Marc Bolan fue “Electric Warrior”, cunado Tiranosaurio Rex se había electrificado y ampliado a banda de rock pesado (lo que casuó el rechazo de los fans más contraculturaes, como expresa la portada de International Times que puse arriba). Acá interpreta "Get it on" en el programa de TV Top of the pops, el 27 de diciembre de 1971.

PS: 1971 fue el año que me vió nacer. Un espectáculo nada agradable. Con forceps.

FELIZ AÑO/don`t forget OCTUBRE

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martes, diciembre 28, 2021

Alfred 23 Harth y su Grupo Punkjazz: Y NOT (1979)  

 


Alfred 23 Harth estuvo en Chile junto a Heiner Goebbels por ahí por 1985, tocando en el Goethe Institut. Tenía la copia en caset de su presentación pero en un año en que me cambié varias veces de casa, la perdí.

Juntos venían tocando como dúo en Alemania, pero además integraban la banda Cassiber, junto a su compatriota Cristoph Anders, y al inglés Chris Cutler en batería. Según le leí a Cutler, cuando existía la organización Rock In Opposition (creada hacia 1978 por media docena de bandas europeas), los italianos de Stormy Six conocieron a Goebbels/Harth en un festival. Le enviaron una cinta a Chris, que a su vez les envió una carta señalando que el material era fantástico, pero que no podía soportar los ritmos programados, así que se ofrecía como baterista. Lo cual fue aceptado, y así surgió Cassiber, que a través de cuatro discos de estudio (Man or monkey, Beauty and the beast, Perfect worlds y A face we all know) fueron de los mejores exponentes del RIO, con su inusual mezcla de estructura e improvisación electroacústica. En medio de su alta intensidad se las arreglaban para pasar desde citas saxofonísticas a Albert Ayler, a un hermoso cover de “At last I am free” de Chic.

Alguna vez leí que estos dos alemanes (Alfred y Heiner) habían estado también en un proyecto callejero llamado Sogenannten Linksradikalen Blasorchesters. Inspirados en Eisler, Brecht, Nino Rota, Zappa e incluso el folklore chileno, hicieron dos albums, que nunca he podido conseguir: Hört, hört (1977) y  Mit gelben Birnen (1980) disolviéndose en 1981.   



Alguien que los vio tocar en Chile me contó que antes de empezar Harth se comió un sánguche enorme, mientras Goebbels daba rienda suelta sin mayor pudor a un repentino e intenso romance con una joven rubia de aspecto ABC1, a un costado del escenario. "Les faltó poco para ponerse a follar ahí mismo" decía, muerto de la risa.

No sé mucho más de las andanzas de estos talentos musicales, pero A23H ha estado subiendo materiales de su archivo a bandcamp. Ahí me encontré con “Y NOT” de su Punkjazz Group, en que participaba también el futuro Cassiber Cristoph Anders, grabado en 1979 en el legendario Bunker Bornheim en Frankfurt del Meno.


No sé si Y NOT (Por qué no) tiene algo que ver con el album Y del Pop Group, del mismo año. De todos modos, ambos discos son grandes referentes para quienes creemos en esta estética (o sea, yo y 3 o 4 amigxs más).

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miércoles, diciembre 22, 2021

19 DE DICIEMBRE: ¿EL TRIUNFO DE QUÉ? 




“El antifascismo sólo consigue mezclar dos fenómenos: el ‘fascismo’ propiamente dicho, y la evolución del capital y del Estado hacia el totalitarismo. Al confundir estos dos fenómenos, al sustituir la parte por el todo, se mistifica la causa del fascismo y el totalitarismo y uno acaba reforzando lo que quería combatir” (Gilles Dauvé, Fascismo/Antifascismo)


Hugo Herrera y su proyección no totalmente errónea

Antes de la primera vuelta presidencial el destacado filósofo de derechas Hugo Herrera anunciaba como lo más probable el triunfo de Kast, siguiendo un argumento seudo-dialéctico tipo ying y yang, en que el “cambio” expresado en la Convención Constitucional necesitaba del contrapeso de un gobierno neoconservador:

“La disyuntiva es entre cambio fundamental (constituyente) acompañado de orden (=Kast), o cambio fundamental (constituyente) acompañado de todavía más cambios, conducidos, además, por la pandilla de jóvenes hermosos pero desarraigados, la aglomeración de juventudes que, allí donde gobierna, introduce, para bien o para mal, todavía más e insólitas alteraciones”(1).

El meditado análisis telúrico remataba con esta larga y oscura predicción:

“Todo esto, ciertamente, no importa desconocer -lo digo de nuevo- que la política es imprevisible, que allí se hace lo que se puede y lo que se puede a veces es más que aquello que los propios actores imaginaron. Boric podría dar, por ejemplo, un giro radical al centro, acudiendo a cuadros de la Concertación, traicionando al Partido Comunista y transformarse en la candidatura de reformas aparentemente sensatas, claramente empáticas con los grupos pobres que anhelan crecimiento y especialmente con las masivas y precarias clases medias emergentes, angustiadas ante el riesgo de devenir pobres: con todo el arco que incluye "pequeño-burgueses", consumidores de baja alcurnia, ciudadanos alienados en el mercantil mundo de ahora, "fachos pobres", etc. Hay que recordar, por lo demás, que ya ha dado antes esos giros, al sumarse al acuerdo del 15 de noviembre. Kast, de su lado, podría un día perder la compostura y acentuar sus pretensiones más toscas de Estado policial. El conflicto mapuche podría escalar, con enfrentamientos masivos y entonces nadie sabe qué podría ocurrir. O el Norte verse sobrepasado de inmigrantes y protestas masivas. También cabe que la derecha de “Chile Podemos +” sufra un colapso en las elecciones parlamentarias y que el ánimo de derrota termine contaminando la candidatura de marras. Puede ser que aparezca a último momento algún hecho luctuoso ignorado de alguno de los candidatos o de alguien muy cercano a ellos. En fin, puede ser, puede ser: que lo inimaginado acontezca y altere fundamentalmente la situación. Pero, así como van las cosas, Kast lleva las de ganar” (2).

Lo que finalmente ocurrió tras el triunfo de Kast en primera vuelta (y el “empate” que se produjo a nivel del Congreso) incorpora otro aspecto más o menos “inimaginado”, que a mi juicio terminó siendo el factor clave en el triunfo de Boric en segunda vuelta: el “octubrismo” casi en pleno se puso en campaña, en las calles y haciendo memes (3), mientras el “noviembrismo” se extendía dando poderosas señales de moderación hacia el centro y la ex Concertación, y dejaba en segundo plano las pataletas de Jadue y el PC y las torpezas ya endémicas del entorno del FA (con la anticampaña involuntaria realizada primero por Depolo y Oliva, luego por Lorenzini y Aguilera).

Como resultado, la versión chilena de PODEMOS que se impuso el 19D es como una especie de Concertación 3.0 que incluye al PC y al Frente Amplio, y también a “antifas”, feministas e inclusive sectores de los anarquismos locales que, o vienen votando con entusiasmo hace años (4), o  se incorporaron a esta actividad recién ahora y por primera vez en sus vidas.


El octubrismo salvando al noviembrismo (una vez más)

Para atraer al octubrismo y su sector más duro -el bloque negro, así como  a la llamada “ultraizquierda” y la izquierda revolucionaria “tradicional” a lo Chanfreau-, se esgrimió una vez más la consigna del “antifascismo”.

Ese recurso es el más fuerte con que se cuenta en estos ambientes. Artillería pesada. Casi el equivalente a cuando a nivel de política de Estado se declara un estado de sitio o la “guerra contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie”.

Fue ultra eficaz. Aunque estos sectores son pequeños numéricamente, son muy activos, y me atrevo a afirmar que de ahí salió gran parte del caudal de votos necesarios para apoyar a quien hasta hace poquito era visto como el peor traidor de nuestra historia reciente, el “amarillo” que merecía funas, desprecios, ser tratado de “guatón” y hasta ofrecimientos de “sangre por sangre” (como expresó en su momento un vocero de la ya extinta Lista del Pueblo).

De todos modos, y yendo más allá de estas subculturas que no por pequeñas han sido poco influyentes a nivel micropolítico o molecular, todo indica que el mismo pueblo que hizo la insurrección de octubre no tuvo mayores dudas y asumió que para frenar el retorno del pinochetismo a La Moneda era necesario ir y votar por Boric. Está por verse si en el proceso se fue enamorando efectivamente del candidato y lo que representa, en una especie de versión siglo XXI de “la alegría ya viene”, o si se entendió el voto sólo como un paso táctico para no retroceder y seguir luchando.

Por de pronto, el mapa electoral de la Región Metropolitana demostraría que el voto anti-Kast fue un triunfo popular. El voto de derecha quedó arrinconado en sus comunas usuales, de manera más dramática aún que la representación que hicieron en la curiosa “acción de arte” en que “hermosearon” y pusieron pasto a un sector de lo que aún llaman Plaza Baquedano, más pequeño que el resto y apuntando por supuesto hacia el Oriente.


1989: Espero que esto no sea un deja vu

Espero equivocarme pero soy pesimista: el peso de la memoria de los acontecimientos vividos entre 1988 y 1990 me lleva a eso. En esos tiempos, tanto la abierta claudicación que implicaba aceptar el itinerario constitucional de Guzmán/Pinochet como votar por el golpista Aylwin se justificaban en un supuesto “antifascismo”, para poder sacar a los militares de La Moneda.  La campaña de Aylwin decía “sin miedo, sin odio, sin violencia”. La izquierda agregaba “sin asco” y mayoritariamente acudió a las urnas a marcar la rayita. Mientras, el “bloque socialista” caía y el neoliberalismo reinaba sin contrapesos desde ese simbólico 1989: un 68 pero al revés.

“Hay que optar por mal menor” nos decían; votar por Aylwin para derrotar a Buchi, “el candidato del continuismo”. A partir del 11 de marzo de 1990 eso se transformó en “no nos movilicemos mucho por ahora porque eso le hace olitas al gobierno y los militares podrían volver”. No se criticó mayormente a Aylwin ni por la Masacre del faro de Apoquindo ni por crear la Oficina de Seguridad Pública. “Los milicos eran mucho peor, ¿o no?”. Del “avanzar sin transar” pasamos al avanzar “en la medida de lo posible”, y así se nos fueron 30 años de vida entre una transacción tras otra, “democracia de los acuerdos” y una eterna “postdictadura” que aún no se acaba.

Las protestas contra este orden recién se empezaron a asomar con fuerza el 2001, en un ciclo que con hitos posteriores como la rebelión pingüina del 2006, los movimientos del 2011, rebeliones locales (Aysén, Freirina, Chiloé, Magallanes) y explosión feminista nos llevó a la gran insurrección de octubre de 2019, y después de un Acuerdo por la paz y la pandemia hemos llegado al complejo momento actual.  

El “hecho luctuoso”: la muerte de Lucia Hiriart y los llamados a no celebrarla tanto

Donde sí le achuntó el oráculo de Hugo Herrera fue en la parte más extraña de todas, cuando dentro de los factores que podrían evitar el pronosticado triunfo de Kast señala la posibilidad de que “aparezca a último momento algún hecho luctuoso ignorado de alguno de los candidatos o de alguien muy cercano a ellos”. Cuando leí esto el 6 de noviembre, un escalofrío recorrió mi espalda pero aunque lo consulté con algunos expertos finalmente no logré descifrarlo ni concluir nada claro.

La duda se me resolvió inmediatamente durante la tarde del jueves 16 de diciembre cuando leí los anuncios -primero en las “redes sociales” y luego en la mal llamada “prensa”-: “¡Se murió la Vieja!”, todo un omnipresente símbolo del Mal durante toda mi infancia en dictadura, y a la cual tuve el horror de presenciar cara a cara hacia 1981, durante una visita de Pinochet a Punta Arenas. Ella recorría los pasillos de la Zona Franca con luces, cámaras y agentes de la CNI, saludando efusivamente a cuanto niño se le cruzaba. Avanzó hacia donde estábamos mi primo Ernesto y yo, mirándola con espanto, pues a nuestra corta edad de 10 años sabíamos exactamente quién era. Huimos apenas a tiempo para evitar el espantoso apretón de mejillas que daba a los niños y niñas que saludaba.

¡Se  murió la Vieja! La Tirana. Y se murió en plena impunidad, claro que sí. Ya se sabe que en Chile la responsabilidad por violaciones de derechos humanos es sólo del “perraje” y jamás nunca de los “altos mandos”.

No obstante eso, es claro que con su muerte finalmente una larga y terrible época la llegado a su fin.

La muerte de tan siniestra figura de la “dictadura cívico-militar” (y agregaría: empresarial, policial, mediática, eclesiástica, etc.) no podía sino hacer recordar a todxs qué es exactamente el pinochetismo, lo que hizo con el país, y la impunidad casi absoluta que han gozado hasta ahora por sus crímenes y corrupción sistémica.

Sin duda que este “hecho luctuoso” afectó la carrera presidencial de Kast. No sólo por haber impulsado en la recta final una ya notoria participación del electorado de izquierdas y progresista habitual, sino que de la juventud en general y las disidencias, movilizadas no tanto a favor de Boric sino que “en contra del fascismo”.  Además, Kast se vio obligado a desconocer a la Lucía y con ella a la dictadura de cuyo legado era el más férreo defensor, lo que lo distinguía de los desganados esfuerzos por “desfascistizarse” que desde la derecha UDI/RN (creadas en los 80 como sostén del régimen pinochetista) se habían realizado al rebautizarse como “centro derecha” y ostentar un supuesto sector liberal (EVOPOLI, Ciudadanos y otros intentos frustrados).

El pinochetista republicano tuvo que decirle a su ex primera dama: “si te he visto no me acuerdo”. Es algo muy fuerte. Pero son sacrificios que se hacen como si nada en el mundo de la llamada realpolitik (ámbito de actuación que yo prefiero denominar como “política burguesa”), y en esta segunda vuelta vimos sacrificios y renuncias por lado y lado. Dentro de las versiones de izquierda quedará en la memoria cómo algunxs demócratas “antifascistas” llamaban desesperadamente a no celebrar tanto y difundían la ya habitual advertencia de que si sales a la calle te arriesgas a que la policía te quite el carnet para así evitar que vayas a votar en defensa de la democracia (5). 


La nueva ultraderecha como enemigo interno de Kast

Así que finalmente Boric logró lo que parecía imposible: acercarse muy al centro, creciendo al mismo tiempo hacia la extrema izquierda a costa de memes y mucho chantaje anti-abstencionista.  No hay una encuesta MORI para esto pero, diría que entre el 70 y el 80% de quienes nunca votan por convicción se arrió la bandera negra por esta vez y se acercaron a la urna asignada para votar. Algunxs hasta se entusiasmaron en el proceso. No los culpo. También son cosas de la realpolitik.

Pero un factor que sin duda contribuyó de manera decisiva a esta derrota electoral de Kast provino de sus propias filas: los youtubers “patriotas” del rechazo: especie de símil de los “encapuchados” de ultraizquierda –siempre muy estigmatizados antes de ser admirados incluso por los progres y la socialdemocracia cuando aparecieron como “Primera Línea”-, pero en el otro lado del espejo: los ultras de la nueva derecha.

Johannes Kaiser y Sebastián Izquierdo hicieron más daño que varios “antifas por el mal menor” juntos. Alguien decía que los conceptos “machista” y “misógino” no alcanzan para dar cuenta de los grotescos dichos de estos personajes, uno de los cuales es ahora diputado de la República. Y eso que de toda la cantidad de barbaridades que han dicho por años a un ritmo de varias horas por semana, lo que salió a flote era apenas un par de muestritas de un universo de estupidez y violencia verbal mucho mayor. Algunos antifascistas se han dedicado a monitorear estas emisiones: es una labor ingrata pero muy importante de realizar en serio si en verdad nos preocupara desactivar la reacción y no sólo usar la coartada del “antifascismo” como imagen movilizadora para hacer que la gente vaya a votar.

El Partido de la Gente: el lema “ni izquierda ni derecha” como alerta de fascismo old style

El fascismo clásico que se expresó durante el siglo pasado en el período de entreguerras no apareció como un fenómeno “de derechas” sino que desconcertando y desafiando la oposición ya asentada de izquierda y derecha. Por lo demás, esta distinción que surgió en la Asamblea nacional francesa de 1789 ha permanecido en el tiempo hasta hoy pero ha ido mutando constantemente.

Así, Mussolini elogiaba la anarquía hacia 1919, y Hitler luego se proclamaba como “anticapitalista”. En ambos casos esta fachada de no ser “ni de izquierda ni de derecha” se complementaba con un discurso aparentemente revolucionario, que diferencia al fascismo de lo que es la derecha tradicional, meramente reaccionaria o conservadora. En este sentido el fascismo es a la vez arcaico pero modernista. Por eso es que suele confundir bastante cuando irrumpe, y  así es que logra cumplir una función que la derecha asumida y presentada como tal no puede hacer: reponer autoritariamente el orden mediante la violencia de un movimiento de masas, o como dijera alguna vez el fascista español Ramiro Ledezma, “derrotar revolucionariamente al marxismo”.

No todos los fascismos que han seguido apareciendo se remiten fielmente a ese modelo, pero una característica muy reconocible siempre es una jerga “anti-política” y la proclamación de ser una “tercera posición”. Todo eso lo cumple a cabalidad el Partido de la Gente, y queda por estudiar más en profundidad sus distintos grupos internos, ideología y composición de clase. Tampoco resulta un dato irrelevante el que cuenten en sus filas con Gaspar Rivas, diputado electo que sigue siendo su vínculo con el Movimiento Social Patriota, grupo neofascista bastante bien organizado que no se declara de derecha, saludó el estallido del 18-O (6) y no apoyó la opción Rechazo, pero es fuertemente antimigración, antifeminista, antiliberal y enemigo absoluto de la autonomía mapuche.

Un hecho positivo es que el supuesto “tercerposicionismo” del PDG se rompió el día antes de las elecciones cuando su líder apostó ruidosamente por Kast, y perdió. Hay que estar atentos a como siguen evolucionando sus pugnas internas.


¿"Al fascismo sabremos vencer”?

Tenemos claro que Boric no era “comunista”, y en verdad ya ni siquiera el Partido Comunista de Chile lo es, pues hace mucho tiempo que paso a ser un partido socialdemócrata de izquierdas, parte esencial del Partido del Orden.  La lucha armada contra la dictadura en los 80  a través del FPMR no cambia esta caracterización, de la cual han renegado tanto el partido como el presidente electo.

Lo que resulta algo más difícil es caracterizar qué son Kast y el Partido Republicano. Muchos especialistas debaten sobre si se trataría de extrema derecha, derecha populista radical, o una forma de neo o protofascismo (7).

En primer lugar, tal como ha destacado Sergio Grez, más que una “marea reaccionaria” hay que destacar que lo que hemos visto durante el 2021 es el reordenamiento de la derecha tradicional sobre su eje pinochetista, liderado por Kast y su partido.

El pinochetismo es sin duda autoritario y reaccionario, además de moralmente conservador, pero a pesar de haber sido apoyado por fascistas no resulta tan claro que además del “terrorismo de Estado” (que comparte con otros regímenes autoritarios/reaccionarios no necesariamente fascistas) sea posible definir como fascismo a esto que Hayek calificó alguna vez de “dictadura liberal”. En su momento el MIR prefería hablar de “dictaduras gorilas” para designar las juntas militares latinoamericanas. La fraseología “antifascista” fue levantada por el PC para así justificar la necesidad de una nueva alianza “frentepopulista”, incluyendo a la DC y los “militares democráticos”, tal cual explicó claramente su secretario general Luis Corvalán a fines de los 70.

Porque tal como no existe uno sino que varios fascismos, existen también diversas formas de antifascismo. Para empezar, el más usual es el que sostienen los demócratas liberales, que han abusado del concepto “fascismo” desde hace décadas, para estigmatizar a enemigos tan diversos como el Islam y cualquier forma de oposición crítica a la democracia capitalista, incluyendo a todas las posiciones revolucionarias. Si durante la segunda mitad del siglo XX se metió todo eso dentro del saco del “totalitarismo”, a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 los analistas y políticos gringos rescataron el concepto “fascista” para aplicarlo contra todos sus enemigos.

La segunda gran variedad de antifascismo histórico es la de los Frentes Populares: colaboración de clases entre partidos obreros y burgueses “democráticos”, postergando toda transformación radical con el pretexto de combatir al fascismo primero. La fórmula fue probada en Francia, Chile y España, con distintos y desconcertantes resultados. En España en particular, el Frente Popular se encargó a partir de julio de 1936 de sepultar primero todas las conquistas revolucionarias, liquidar a la vanguardia mediante la acción conjunta del estalinismo y el estado burgués, disolver las milicias y reconstituir el Ejército, para perder definitivamente la guerra en 1939.   

El caso del Frente Popular chileno desde 1938 es particularmente interesante, pues con la excusa del antifascismo la izquierda apoyó a Pedro Aguirre Cerda (del Partido Radical) haciendo la vista gorda respecto del hecho de que había sido Ministro del Interior del gobierno de Arturo Alessandri durante la Masacre de San Gregorio, ocurrida el 3  y 4 de febrero de 1921 en dicha oficina salitrera cerca de Antofagasta.

Más sorprendente resulta tener en cuenta que el fascismo que se pretendía combatir en Chile estaba representado por el Movimiento Nacional Socialista, que tras la Matanza del Seguro Obrero, ocurrida justo antes de esas elecciones, al verse frustrado su intento de golpe de Estado para poner de nuevo al dictador Ibañez al mando del país, termina dando una voltereta tan grande que logra con sus votos dar la victoria a Aguirre Cerda. Tras eso los nacional-socialistas chilenos liderados por Jorge González Von Marées se incorporaron de facto al Frente Popular, tras cambiarse el nombre a Vanguardia Popular Socialista.

Así y todo, ¡para la historia y mitología izquierdista tradicional el único traidor de este período fue Gabriel González Videla!

El “antifascismo” que acabamos de ver en acción entre la primera y segunda vueltas logró también resultados sorprendentes: cuando el pueblo votó por Gabriel González Videla en 1946 no sabía que poco después lo iba a traicionar dictando la “Ley Maldita”. A Gabriel Boric en cambio se le apoyó sin mayor problema dos años después de haber traicionado la rebelión popular firmando el Acuerdo del 15N y de haber impulsado la “ley antibarricadas”. Todo eso parece haber sido perdonado y hasta resulta de mal gusto y propio de aguafiestas recordarlo ahora, tal como en 1989 a casi nadie la hacía gracia la memoriosa consigna de “no olvidar, Aylwin fue quien llamó a Pinochet”.

Hay que destacar que a diferencia de sus votantes, Boric nunca habló de Kast como un fascista. Pero lo más notable es que pocas horas después de “derrotar al fascismo” el Presidente electo en su discurso llamó a todos a aportar y colaborar, “también a José Antonio Kast”. La verdad, no me imagino a los partisanos que derrotaron al nazi-fascismo hace 70 años con gran costo humano –y no a puros memes- invitando a fascistas y nazis a colaborar en la reconstrucción de sus países. “No cuelguen a Mussolini y olvídense de los Juicios de Nuremberg: ellos también tienen que colaborar porque este nuevo gobierno es de todes”.

Colofón

Hay que oponerse a todas las formas de reacción. Eso está claro. Pero hay que tener cuidado con activar alertas antifascistas antes de tiempo, so pena de incurrir finalmente en el cuento de Pedrito y el lobo.     

El antifascismo que nos interesa es el que es consciente de que el fascismo no se opone a la democracia liberal, sino que la complementa. Como ha dicho Gilles Dauvé, no existe una alternativa entre “fascismo y democracia”, pues la dominación capitalista recurre permanentemente a una mezcla de ambas opciones, enfatizando una u otra según las necesidades de acumulación  y valorización del capital. Este antifascismo actual, cuyo antecedente de mediano plazo serían las luchas autónomas de los 80, tiene la potencialidad de ser diferente a las dos formas previas que he referido. De hecho, quiero creer que su símbolo -una bandera negra al lado de una bandera roja- expresa su contenido a la vez anticapitalista y antiautoritario. 

Si no asumimos este vínculo y al fascismo como uno de los subproductos del capitalismo en tiempos de crisis, la izquierda revolucionaria y el anarquismo estarán condenados a seguir siendo el vagón de cola de la burguesía progresista y del proyecto de remozamiento neoliberal que expresa claramente Apruebo Dignidad y sus aliados neoconcertacionistas.



2.- Ibid. Los destacados son nuestros.

4.- Justificando su democratismo en la supuesta flexibilidad de los “principios anarquistas”. Flexibilidad tan amorfa justificaría hasta la aparición de los llamados “anarcocapitalistas”, ¿o no?

5.- Consejo: en un control de identidad no es necesario entregar la cédula de identidad. Basta con cualquier documento oficial.

6.- Esto señalaba la Juventud Social patriota el 19 de octubre de 2019: “Chile murió con la dictadura pero hoy, renace. Nosotros, el pueblo, somos Chile. Joven Chileno, toma tu bandera y sal a la calle a reconquistar tu patria, este es sólo el comienzo de una lucha por todo”. Poco después agregaban llamados a proteger los negocios de barrio contra “vándalos y anarquistas” (https://twitter.com/jsocialpatriota).

7.- Discrepando de su definición como “extrema derecha”, ver: https://www.pauta.cl/politica/cristobal-rovira-partido-republicano-chile-kast-no-extrema-derecha

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lunes, diciembre 20, 2021

Mundos Perfectos/Lazzarato: El virus es el capitalismo 

Cassiber, Mundos Perfectos (1987).

Acabo de leer un texto muy valioso aunque algo denso en revista Disenso.

Va un extracto del final para motivar la lectura completa (alerta de spoiler?). 



¡Guerras seguras! ¿y las revoluciones?

La segunda larga crisis, como la primera (1873 – 1890), abre una nueva era de guerras y revoluciones.

La guerra ha cambiado de naturaleza. Ya no se desata entre los imperialismos nacionales como en la primera parte del siglo XX. Lo que surge de la larga crisis no es el Imperio de Negri y Hardt, una hipótesis ampliamente desmentida por los hechos, sino una nueva forma de imperialismo que Samir Amin ha denominado “imperialismo colectivo”. Constituido por la tríada de Estados Unidos, Europa y Japón y dirigido por el primero, el nuevo imperialismo gestiona conflictos internos para la división de las rentas y lleva a cabo implacables guerras sociales contra las clases subalternas del Norte para despojarlas de todo lo que se vio obligado a ceder durante el siglo XX, mientras que, inversamente, organiza verdaderas guerras contra el sur del mundo por el control exclusivo de los recursos naturales, las materias primas, la mano de obra libre o barata, o simplemente para imponer su control y un apartheid generalizado.

Los Estados que no hagan los ajustes estructurales necesarios para ser saqueados, serán estrangulados por los mercados y la deuda o declarados “cañallas” por caballeros como los presidentes estadounidenses que tienen un número espantoso de muertes sobre su conciencia.

Los neoliberales estadounidenses y británicos, al principio de la epidemia, trataron de llevar la guerra social contra las clases subalternas aún más lejos, transformándola, gracias al virus, en la eliminación maltusiana de los más débiles.  La respuesta liberal a la pandemia, incluso antes de Boris Johnson, había sido lúcidamente articulada por Rick Santelli, analista de la emisora económica CNBC: “inocular a toda la población con el patógeno, sólo aceleraría un curso inevitable, pero los mercados se estabilizarían”.

Esto es lo que realmente piensan. Con condiciones más favorables no dudarían ni un momento en poner en marcha la “inmunidad de rebaño”.

Estos caballeros, impulsados por los intereses de las finanzas, están obsesionados con China. Pero no por las razones que ellos mismos alimentan en la opinión pública. Lo que les quita el sueño, no es la competencia industrial o comercial, sino el hecho de que China, la única gran potencia económica, ha integrado la organización mundial de la producción y el comercio, pero se niega a ser incluida en los circuitos de los tiburones de las finanzas. Los bancos, las bolsas, los mercados de valores, los movimientos de capital están bajo el estricto control del Partido Comunista Chino. El arma más temible del capital, que absorbe el valor y la riqueza en todos los rincones de la sociedad y del mundo, no funciona con China. Los grandes oligopolios no pueden ni siquiera controlar la producción o el sistema político y son incapaces de destruir la economía, como hicieron con otros países asiáticos a principios de siglo, cuando no respetaron las órdenes dictadas por las instituciones internacionales del capital. En este caso podrían estar tentados de abrir un conflicto. Pero dada el acercamiento e incompetencia de los gobiernos y estados imperialistas en la gestión de la crisis sanitaria, deberían pensárselo dos veces. Vistos desde el Este, siguen siendo “tigres de papel”.

Para que quede claro: China no es un país socialista, pero tampoco es un país capitalista en el sentido clásico, ni neoliberal como dicen muchos tontos.

El estado de excepción

Lo que Agamben y Esposito, en la estela de Foucault, no parecen querer integrar es que la biopolítica, si es que alguna vez existió, está ahora radicalmente subordinada al Capital y seguir utilizando el concepto no parece tener mucho sentido. Es difícil decir algo sobre los acontecimientos actuales sin un análisis del capitalismo que se ha engullido completamente al Estado. La alianza Capital y Estado, que funciona desde la conquista de América, sufrió un cambio radical en el siglo XX, del que el propio Carl Schimtt es perfecta y melancólicamente consciente: el fin del Estado tal como lo conocía Europa desde el siglo XVII, porque su autonomía se ha ido reduciendo progresivamente y sus estructuras, incluida la llamada biopolítica, se han convertido en articulaciones de la máquina del capital.

Los pensadores del Italian Thought cometieron el mismo error garrafal que Foucault, quien en 1979 (¡pero cuarenta años más tarde, es imperdonable!), año estratégico para la iniciativa del capital (la Reserva Federal americana inaugura la política de la deuda a lo grande) afirma que la producción de “riqueza y pobreza” es un problema del siglo XIX. El verdadero problema sería “demasiado poder”. ¿De quién? No está claro. ¿Del Estado, del biopoder, de los dispositivos de gubernamentalidad? Fue en ese mismo año cuando se esbozó una estrategia que se basaba enteramente en la producción de diferenciales demenciales de riqueza y pobreza, de enormes desigualdades de riqueza e ingresos y el “demasiado poder” es del capital que -si queremos utilizar sus viejas y desgastadas categorías- es el “soberano” que decide sobre la vida y la muerte de miles de millones de personas, las guerras, las emergencias sanitarias.

También el estado de excepción ha sido amaestrado por la máquina del lucro, tanto que coexiste con el estado de derecho y ambos están a su servicio. Capturado por los intereses de una vulgar producción de bienes, se ha aburguesado, ¡ya no tiene el significado que Schmitt le atribuía!

Conclusión sibilina

Los comunistas llegaron al final de la primera “Belle Époque” armados con un bagaje conceptual de vanguardia, un nivel de organización que resistió incluso a la traición de la socialdemocracia que votó por los créditos de guerra, con un debate sobre la relación entre el capitalismo, la clase obrera y la revolución, cuyos resultados hicieron temblar por primera vez a los capitalistas y al Estado. Tras el fracaso de las revoluciones europeas, desplazaron el centro de gravedad de la acción política hacia el Este, hacia los países y los “pueblos oprimidos”, abriendo el ciclo de las luchas y revoluciones más importantes del siglo XX: la ruptura de la máquina capitalista organizada desde 1942 sobre la división entre centro y colonias, el trabajo abstracto y el trabajo no remunerado, entre la producción de Manchester y el robo colonial. El proceso revolucionario en China y Vietnam fue una fuerza motriz para toda África, América Latina y todos los “pueblos oprimidos”.

Muy rápidamente, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, este modelo entró en crisis. Lo criticamos con dureza y con razón, pero sin poder proponer nada que se elevara a ese nivel. Muy lúcidamente tenemos que decir que hemos llegado al final de la segunda “Belle Époque” y por lo tanto a la “era de las guerras y las revoluciones” completamente desarmados, sin conceptos adaptados al desarrollo del poder del capital y con niveles de organización política inexistentes.

No debemos preocuparnos, la historia no procede linealmente. Como dijo Lenin: “hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas”.

Pero debemos empezar de nuevo, porque el fin de la pandemia será el comienzo de duros enfrentamientos de clases. Partiendo de lo expresado en los ciclos de lucha de 2011 y 2019/20, que siguen manteniendo diferencias significativas entre el Norte y el Sur. No hay posibilidad de recuperación política si permanecemos cerrados en Europa. Para entender por qué el eclipse de la revolución nos ha dejado sin ninguna perspectiva estratégica y para repensar lo que significa hoy en día una ruptura política con el capitalismo. Criticar los más que obvios límites de las categorías que no tienen en cuenta en absoluto las luchas de clases a nivel mundial. No abandonar esta categoría y, más bien, organizar la transición teórica y práctica de la lucha de clases a las luchas de clases en plural. Y, sobre esta afirmación sibilina, me detendré.

(Maurizio Lazzarato, “¡El virus es el capitalismo!”. Traducción de Iván Torres, publicada en revista Disenso).

 


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viernes, diciembre 17, 2021

Grandes mambos/Octubre no ha muerto 

 

No tengo mucho que decir, así que no diré nada.

Sólo los dejaré con música de fiesta: Dámaso Pérez Prado, Grandes mambos.



Y música funeraria: el funeral de Pérez Prado, interpretado por un gran fan, Steven Stapleton, como Nurse with Wound.

[Alguna vez Steven dijo que él sólo era un coleccionista completista de Captain Beefheart y de Pérez Prado. La razón en este último caso era que en sus muchísimos discos los temas son siempre los mismos, pero nunca en las mismas versiones].



 

Después de bailar celebrando la muerte de la muerte, lean estos textos completos en la revista DISENSO:

Iván Torres, Octubre y elestallido de la política

“Es preciso estar dispuesto a escuchar el grito de Reich: ¡no, las masas no han sido engañadas, ellas han deseado el fascismo en un momento determinado”. Estas son las palabras con las que Gilles Deleuze piensa el fascismo en la juntura entre deseo y poder. Sin embargo, Michel Foucault –con quien se encuentra dialogando– antes había introducido una serie de contrapuntos, quizá con algo de cautela, frente a esta perspectiva, indicando el problema de “«psicoanalizar» a bajo precio lo que debe ser objeto de una lucha”. ¿Por qué resultaría relevante para nosotros retomar estas palabras?

En primer lugar, porque, en la actual coyuntura, nos ayudan a evitar la tentación de culpabilizar a la masa por el avance de la extrema derecha. En segundo lugar, porque nos permite introducir una dimensión algo olvidada al interior de los análisis políticos contemporáneos: el recurso a una analítica de las relaciones de fuerzas y a la historia que las recorre. El ingreso analítico es relevante, además, porque nos permite releer la revuelta de octubre y proyectarla en lo que no «tiene» de acontecimiento, esto es, en lo que deja a la vista como repetición y continuidad. Recuerdo en este punto las indicaciones de Ornette Coleman para quien, la improvisación en la música –y, para nosotros, el acontecimiento en la historia– expresa una creación inédita, pero sobre la base de una trama pre-escrita que ha sido su condición de posibilidad.

 

Gerardo Muñoz, ¿Qué es ganar?

Hacia finales de la década del 60, cuando Jacques Camatte declaraba la “crisis del hombre social”, a la par de Pasolini quién notaba la mutación antropológica de la especie, y Giorgio Cesarano que entreveía la función utópica del capital en su fase ilimitada en la subjetividad; el viejo Amadeo Bordiga lanzó una hipótesis correctiva que en realidad no ha sido elaborada hasta sus últimas consecuencias: “Habrá comunismo una vez que dejemos de preocuparnos tanto por la organización”. Tal vez ha llegado el momento de tomarnos en serie esa aclamación.

Llevando esta intuición sobre nuestro presente pudiéramos afirmar que podremos ganar sólo cuando aprendamos a ser lo suficientemente desorganizados. En efecto, como ha mostrado Rodrigo Karmy en Intifada (2020), la revuelta a diferencia de la revolución tiene la potencia intempestiva de desorganizar todas las topologías, alterar los tiempos, y las lenguas habilitando un devenir menor que rechaza aquellos mandatos ilustrados de los fundamentos retóricos de lo social. Solo así se vuelve posible abrazar una persuasión destituyente que nos devuelve el tono irreductible de nuestro ánimo. Y ese ánimo es la entrada de vuelta al mundo. Por eso, la desorganización puede ser el resorte técnico para el nuevo partido de la multiplicidad. Y la multiplicidad es la composición de un campo de fuerza que rechaza aquella acreditación valórica desde la cual lo Social ha buscado garantizar una fe en el Futuro. Aquí ‘ganar’ no supondría la consolidación de una hegemonía –esa sutura de la subordinación voluntaria – sino el rechazo de todo principio que pretenda formalizar la topología del acontecimiento. 

 

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martes, diciembre 14, 2021

La historia no se repite pero rima (Parte 2): Alemania 1918/9 


Boric ya se parece más a Aylwin que a Ebert, pero el análisis de la revolucion alemana de hace 100 años sirve para esclarecer bien cual es el rol histórico de la socialdemocracia. 

Como le comentó Horkheimer a Adorno hacia 1956, "(a los socialdemócratas) no debemos decirles: ustedes no quisieron la dictadura del proletariado, sino: ustedes traicionaron a la humanidad (A&H, Hacia un nuevo manifiesto).

Recomendaciones musicales para acompañar la lectura:

-Kurt Weill/Bertolt Brecht, Das Berliner Requiem (1928). 

-Heiner Goebbels con Alfred "23" Harth, Berlin Kudamm 12/4/81.

-Cassiber, Beauty & the Beast (1984).

EL MOVIMIENTO COMUNISTA EN ALEMANIA DE 1918 A 1922 –EXTRACTO-

(Denis Authier y Gilles Dauvé, presentación a “Ni parlamento ni sindicatos: ¡Los Consejos Obreros! Los comunistas de izquierda en la revolución alemana” )

La revolución “democrática” de noviembre de 1918

En el otoño de 1918 el proletariado alemán, inspirado en el ejemplo de los soviets rusos que habían concluido la paz desde el mes de marzo, soporta cada vez peor las dificultades materiales impuestas por la prosecución de la guerra, y esto, mientras la derrota de su país se siente como próxima. Para desactivar el movimiento, el gobierno recurre el 2 de octubre a dos ministros socialistas. Pero es demasiado tarde. El amotinamiento de los marinos de Kiel actúa como un detonador: el 4 de noviembre, éstos, después de haber rehusado librar un último combate contra la flota inglesa, se hacen dueños de los navíos. Una vez llegados a Kiel, se les unen los obreros de los arsenales y, con ellos, eligen un Consejo de obreros y de marinos que toma el poder en la ciudad. Del 4 al 9 de noviembre, las antiguas estructuras del Estado alemán dinástico y burocrático son dejadas de lado: los consejos toman el poder en todas las ciudades; Berlín cae el último. Allí, bajo la presión de una inmensa manifestación, el SPD y el USPD constituyen un Consejo de los comisarios del pueblo, destituyen al antiguo gobierno imperial, y el ministro socialdemócrata Scheidemann proclama la República. Así, el SPD toma el poder gracias a un mar de fondo que él ha tratado de impedir a toda costa y que ningún otro grupo político, por revolucionario que sea, ha previsto ni desencadenado. Por lo demás, se apresura a vigilar el mantenimiento del orden. A este efecto, se firma un armisticio con la Entente (Francia, Inglaterra), sin condiciones, desde el 11 de noviembre.

Estos consejos, llamados de obreros y de soldados, que aparecen en todas las ciudades de Alemania, son muy numerosos, alrededor de 10.000. Agrupan a las diferentes clases de la sociedad y están copiados, como hemos visto, del modelo de la revolución rusa, prestigioso incluso para los menos revolucionarios de estos demócratas. Aparecen de modo espontáneo pero, dominados muy ampliamente por los social-demócratas derechistas, se revelan en su conjunto inofensivos hacia los partidos burgueses, excluidos momentáneamente de la escena política. Equivalen a los comités de salvación nacional, que resuelven los asuntos corrientes en el lugar de un Estado que ha naufragado pero que ellos se encargarán de reflotar. Estas estructuras, que celebrarán dos congresos nacionales (diciembre de 1918, marzo de 1919) – en los que los radicales y los espartaquistas, muy poco representados, no juegan casi ningún papel – hay que distinguirlas rigurosamente de los consejos revolucionarios obreros en las empresas, de los que hablan el KAPD -1-, la AAUD -2- y otros grupos “izquierdistas”. Por lo demás, este “consejismo” desborda ampliamente al movimiento obrero: todo el mundo se pone a formar consejos, sobre cualquier base de agrupamiento social. Así, los profesores, los bomberos, los policías...

Los consejos dominados por elementos radicales o “izquierdistas” actúan esencialmente en las grandes regiones proletarias (Bremen, Hamburgo, el Ruhr, la Alemania central). Así, en Sajonia oriental (Dresde), Rühle y los obreros revolucionarios abandonan al cabo de una semana los consejos sostenidos por el SPD -3- y el USPD -4-, dándose cuenta de que estas organizaciones no quieren más que administrar los asuntos corrientes antes del restablecimiento de un “Estado normal” en el que estos dos partidos accederían al poder. Su función es impedir el desarrollo natural del curso revolucionario.

Así, los actores de la “revolución democrática” se separan casi inmediatamente en dos campos. El campo capitalista – cuyo elemento más consciente de los peligros es, como debe ser, “el partido obrero más poderoso del mundo” – quiere orientar todas las energías hacia la elección de una Asamblea constituyente. Al estar el Partido socialdemócrata en el poder, el socialismo no es, pues, más que una cuestión de tiempo y llegará al cabo de una serie de reformas cada vez más amplias. En esta concepción, los obreros deben detener toda acción violenta, desordenada, ineficaz, etc., y, por el contrario, ayudar al nuevo gobierno en su tarea de reconstrucción nacional.

Un primer paso hacia este porvenir radiante es el acuerdo conocido con el célebre nombre de Arbeitsgemenschaft (“comunidad de trabajo”), aprobado entre los sindicatos obreros y patronales (jornada de trabajo de 8 horas, reconocimiento de las secciones sindicales de empresa, institución de comités paritarios en las grandes empresas, etc.). Es, ciertamente, la aplicación del programa socialdemócrata, más precisamente el propuesto por el “revisionista” Bernstein.

Los elementos, minoritarios aunque bastante numerosos (se los puede estimar en más de un millón), que quieren efectivamente pasar de la revolución política democrática a la revolución social, serán tachados de irresponsables, lumpenproletarios, izquierdistas, tunantes, saqueadores, bárbaros, etc., y todos reunidos bajo el vocablo de “espartaquistas” en todas partes en que ocurra cualquier cosa, mientras que éstos no son más que un grupo revolucionario entre otros, y no el más radical.

Los revolucionarios, por su parte, en general bajo la consigna extremadamente imprecisa de “Todo el poder a los consejos”, combaten las elecciones a la Asamblea constituyente, entran en conflicto con la mayoría de los consejos y destruyen los sindicatos en muchos lugares -5-. El dinero cogido en las cajas es repartido entre los parados (que son cerca de un millón al acabar el año); los sindicatos mismos son suplantados (no se puede decir “reemplazados”, pues es la misma práctica sindical la que es abandonada) en las zonas revolucionarias por organizaciones de empresa del tipo AAU (Unión general obrera), efectivamente revolucionarias, es decir, que rechazan el reformismo y luchan por la dictadura del proletariado, mientras que los hombres de confianza se contentan con un sindicalismo “duro”, que no deja de ser reformismo. Los “izquierdistas” militan lo más frecuentemente en las organizaciones de tipo AAU.

El congreso de fundación del Partido comunista alemán (KPD-S)

Es convocado a iniciativa del ISD -6- (que entonces tomó el nombre de IKD -7-) y de una parte de los espartaquistas (Luxemburgo, Levi, Jogisches eran reticentes al juzgar que no estaban maduras las condiciones). Pero la mayoría de los delegados no pertenecen a ninguna de estas organizaciones. Representan a grupos locales formados espontáneamente durante la guerra y después (comités de acción en las empresas, etc.). Esencialmente, se trata de obreros, jóvenes en muchos casos, que se han hecho directamente revolucionarios sin haber pasado por la política o la acción reformista. En absoluto “revolucionarios profesionales”, representan lo que la sociedad capitalista puede producir de más radical en su descomposición.

Pero la ausencia de madurez de estos nuevos militantes y, con ella, el peso del pasado socialdemócrata, pesan con dureza sobre este congreso: la mayoría se adhiere a una dirección compuesta por los jefes espartaquistas más prestigiosos (Luxemburgo, Liebknecht, Jogiches..., social-demócratas de izquierda, de hecho, que no quieren entablar el combate revolucionario). Se adopta casi sin discusión un programa (¿Qué quiere Spartacus?) redactado por Luxemburgo que niega de hecho lo que son y lo que quieren los elementos a la cabeza del movimiento, puesto que declara que Spartacus – el Partido comunista ahora – no tomará el poder más que cuando “la mayoría de la clase obrera” esté de acuerdo conscientemente con estos fines y lo exprese claramente. Visión democrático-espontaneísta que desconoce el proceso real del agrupamiento de los revolucionarios (Ver la intervención del kapedista Sachs [Schwab]en el III Congreso de la Internacional comunista sobre el problema de la táctica, p. 240-246) y los medios por los que toman el poder.

Sin embargo, la mayoría del congreso se opuso violentamente a los jefes espartaquistas cuando se pasó a cuestiones de táctica inmediatas: ante todo, las elecciones a la Constituyente. Los delegados, que querían boicotear estas elecciones, acogieron las argucias “dialécticas” de Luxemburgo, Levi y consortes a favor de un “parlamentarismo revolucionario” con ruidosas protestas. Fue Otto Rühle quien hizo el contrainforme representando la posición del conjunto del congreso.

Las elecciones a la Constituyente se celebraron después del aplastamiento de las insurrecciones de enero en Berlín y en otras zonas de Alemania. Por lo demás, en las regiones en las que la izquierda era fuerte (Berlín, Alemania central, Sajonia, Hamburgo, el Ruhr), se constató un importante abstencionismo del proletariado en las diversas elecciones (nacionales, municipales y regionales) a todo lo largo del período 1919-1921.

Tras su fracaso sobre las elecciones, Luxemburgo maniobró para que el congreso no tomase una posición análoga sobre la cuestión sindical, que se remitió a una comisión. El KPD no tomó una resolución oficial clara sobre este tema. Esto no quita que el conjunto de los miembros del partido obró a continuación por la destrucción de los sindicatos y contribuyó a la formación de las AAU, o al desarrollo de las que ya formaba parte. Por otro lado, la izquierda desarrolló en el congreso la concepción de la Organización unitaria y de la necesidad de acabar con la separación entre organizaciones “políticas” y organizaciones “económicas” del proletariado. Para ellos, el KPD (con sus 40.000 miembros en el momento de su fundación) ya no era un “partido en el sentido tradicional”.

El enfrentamiento de enero de 1919 (primer fracaso de la revolución)

El período comprendido entre enero y abril de 1919 no es más que una sucesión de insurrecciones y tomas de poder a escala local, aplastadas muy violentamente por los restos del ejército alemán que habían escapado al torbellino de la derrota y por los “cuerpos francos”, organizaciones militares de extrema derecha sostenidas bajo cuerda por el nuevo gobierno. La represión es dirigida por el Partido socialdemócrata, que obtiene en diciembre de 1918 la confianza del Congreso de los consejos y después, en enero de 1919, la del pueblo (por las elecciones a la Constituyente).

En Berlín, la insurrección de enero (del 6 al 15) es motivada por la destitución del prefecto de policía Eichhorn, del USPD (el cual se había proclamado como tal durante los acontecimientos de noviembre). Los revolucionarios se apoderan de toda la ciudad, pero se dividen inmediatamente. El USPD, que ha formado un comité insurreccional, entabla enseguida conversaciones con el Consejo de los comisarios, que ha huido fuera de Berlín, en lugar de organizar la lucha contra él.

Al principio, Luxemburgo y la dirección comunista en su conjunto condenan la insurrección, después se unen a ella pero sin querer tomar el poder (en la línea de ¿Qué quiere Spartacus?, como queda indicado más arriba). Liebknecht, sin que lo sepa la dirección, toma parte en el comité insurreccional del USPD, después es obligado a dimitir de él. Finalmente, la izquierda (proveniente del ISD), no obstante ser fuerte, participa de modo dirigente en las diversas acciones militares pero no se decide a actuar por sí misma y a crear lo irreparable; necesitará varios meses para darse cuenta de ello. De este modo, mientras que las discusiones van a buen paso entre los insurrectos (y que sus jefes, en su conjunto, minimizan la insurrección, queriendo reducirla a un elemento de la política tradicional), la social[1]democracia (representada por el comisario del pueblo Gustav Noske) establece metódicamente su plan de reconquista de la capital. La represión ocasiona numerosos muertos (entre ellos, Luxemburgo y Liebknecht). A pesar de todo, este aplastamiento no parecerá suficiente y se asestará un nuevo golpe al proletariado berlinés dos meses después, en los combates de marzo. Estas dos acciones causarán varios miles de muertos, nada más que en Berlín. Es decir, enseguida más muertos que durante toda la revolución rusa de 1917.

Al mismo tiempo son aplastados los poderes proletarios locales: República socialista de Brunswick, República de los consejos de Bremen, así como las huelgas insurreccionales en el Ruhr y en Alemania central. En todas partes, los socialistas, a quienes los obreros revolucionarios dejan libertad de acción, los traicionan, preparando el terreno antes de la intervención de la fuerza armada. Pero durante los combates la democracia continúa a pleno rendimiento: nuevas elecciones a los consejos con vistas al II congreso pan-alemán de estos órganos en marzo de 1919, elecciones a los parlamentos locales de los diversos Esta[1]dos de que se compone el Reich alemán. Casi siempre es el SPD quien detenta la mayoría absoluta, salvo en Sajonia oriental, donde es el USPD.

Pero un solo Estado se muestra insuficiente para domeñar una Alemania en estado de revolución: Francia ocupa la orilla izquierda del Rin, y el gobierno de Berlín prefiere no intervenir en Baviera mientras el movimiento no esté lo bastante dominado. En 1871 Bismarck había ayudado a Thiers a masacrar a los comuneros, devolviendo las armas modernas a los soldados que acababa de vencer. En 1918 la Francia victoriosa le devuelve el favor.

En Baviera es el USPD el que toma el poder pero no para hasta que organiza elecciones en las que, por lo demás, no obtiene más que el 2,5% de los votos, el 12 de enero de 1919. A pesar de todo, el asesinato de su jefe, Kurt Eisner, el 21 de febrero, aclara las relaciones de fuerza: los consejos toman el poder y la Dieta burguesa acabada de elegir se dispersa ella sola. Pero los consejos vuelven a pasar el poder a la Dieta con un gobierno SPD-USPD. Una fracción de este último partido toma poco después, el 7 de abril, la iniciativa de proclamar la República de los consejos de Baviera, por arriba. El gobierno socialdemócrata huye a Bamberg y comienza la guerra civil.

Los consejos se radicalizan, se desembarazan del USPD: es la segunda República de los consejos en la que participa el KPD. Los obreros forman un ejército rojo, a expensas de los patronos, haciéndose pagar las jornadas dedicadas al entrenamiento. No intentan verdaderamente atacar las relaciones sociales capitalistas, contentándose con encargarse de la gestión de la sociedad tal cual está e imponer algunas reformas en su favor.

Son aplastados a principios de mayo de 1919.




1.- KAPD: Kommunistische Arbeiter Partei Deutschlands (Partido comunista obrero de Alemania).

2.- AAUD: Allgemeine Arbeiter Union Deutschlands (Unión general obrera de Alemania).

3.- SPD: Sozialdemokratische Partei Deutschlands (Partido socialdemócrata de Alemania).

4.- USDP: Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands (Partido socialista independiente de Alemania, nacido en 1917 tras la exclusión, por el SPD, de su izquierda: los espartaquistas forman parte de él, pero no los “Radicales de izquierda” del Norte de Alemania).

5.- Los sindicatos, blanco de estos ataques de una parte de la clase obrera, lanzan una campaña de reclutamiento y pasan de un millón de miembros al final de 1918 a siete millones en 1920. Hasta entonces, los sindicatos, compuestos en su mayor parte por obreros de oficio cualificados (“la aristocracia del trabajo”) tenían tendencia a cerrar la puerta a la gran masa de los obreros no cualificados (del tipo “OS”, obrero especialista), multiplicados por el desarrollo de la industria moderna en Alemania (empresas gigantes con racionalización del proceso de trabajo). El desarrollo de las organizaciones de empresa autónomas crea una situación nueva en la que los sindicatos están dispuestos a recuperar todo lo que puede serlo.

6.- ISD: Internationale Sozialisten Deutschlands (Socialistas internacionales de Alemania, agrupa a los “radicales de izquierda” opuestos a la dirección socialista en 1916-1918).

7.- IKD: Internationale Kommunisten Deutschlands (organización que sucedió a los ISD en 1918).


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