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viernes, junio 29, 2007

Free Jazz Noise No Wave Punk guitarrismo, parte 1 


En este blog, vez que he anunciado la "parte 1" de algo, no llego a escribir la parte 2. No pienso complicarme por eso, pues las promesas hechas a uno mismo o a lectores eventuales, valen muy poco. La única conclusión importante es que da lo mismo.

En esta ocasión, quería referime a uno de mis guitarristas favoritos de toda la historia. No es Frank Zappa, ni Fred Frith, ni King Gordo, sino que Rudolph Grey....tremendo personaje que en realidad puede que sea más conocido por haber editado un libro sobre Ed Wood que fue usado como referencia para la película que cierto director de cine famosillo hizo sobre tal gurú contracultural. Pero en el plano musical, Grey tiene un currículum consistente: miembro de la seminal banda no wave Red Transistor, junto al excéntrico Von LMO, pasó también por Mars -otra banda pilar del no wave neoyorkino-, pero su banda más permanente son los gloriosos Blue Humans....sobre la cual hay un consenso generalizado en las neuronas que me quedan en cuanto a ser una de las mejores bandas del planeta en todos los tiempos posibles de ser considerados.

Blue Humans (no confundir con unos afiches que han aparecido por la ciudad promocionando un circo visual y musical llamado Blue Man) es el sueño húmedo de cualqueir melómano sensato, es decir...aquél ejército de gente que ama por sobre todas las cosas el free jazz y el punk rock. La banda surgió a mediados/fines de los 70, cuando Grey contactó al veterano baterista de free jazz Beaver Harris, y luego se les unió uno de los tenoristas más agresivos de todos los tiempos, Arthur Doyle (ya hemos comentado en este sitio su poderoso y legendario album Alabama Feeling, y además es necesario agregar que todo buen chico y chica debería tener en su dormitorio una copia del Black Ark, album de Noah Howard donde por se registró el ácido sonido de tenor de Doyle).



En el primer album, LIVE NY 1980 (Audible Hiss records, 1995), los Blue Humans trabajan sobre la base del ruido de guitarra (en una forma que, de recordar a algo previo, recuerda al gran Sonny Sharrock...RIP), la percusión cuasiritual de Harris y los chillidos de saxo y ocasional flauta de Doyle.....demás está decir que se trata de un álbum imprescindible, que refleja un momento importante en que el free jazz cobra nueva fuerza al mezclarse en los ambientes de la experimentación sonora que se estaba dando en oscuros callejones de esa cosmopolita y por entonces muy arruinada ciudad.

Posteriormente, encontramos rastros de esa misma formación clásica de los Blue Humans en el registro del famoso NOISE FEST que muchos facilistas deben recordar como mucho por la participación de una forma embrionaria de Sonic Youth (¡ay, que lindo! ¡qué cachilupi! ¡qué cool thing!), pero que sirve como mostrario de la tremenda variedad de formas de experimentación que se daban en esa época.

A partir de ese momento las cosas varían drásticamente en cuanto a formación. Doyle se va a Francia, y allá es acusado de violar a unas gringas, asunto que le costó un buen tiempo preso hasta que las acusadoras reconocieron la falsedad de sus alegaciones y fue puesto en libertad. Pero Rudolph mantuvo con vida a su banda llamando a Jim Sauter de Borbetomagus para ocupar el lugar con su saxo con delay y efectos. Con esa formnación (Grey/Sauter/Harris) la banda abrió para Sonic Youth por ahí por 1988, con un set de 20 minutos que construye desde la calma hasta la tormenta y que luego fue editado en CD bajo el nombre "incandescence" (Shock records, 1995) . Esa fue una de las últimas tocatas del gran Beaver Harris, que murió un par de años después.

Hacia los 90 se ven surgir nuevas formaciones de la banda, por ejemplo en el album "Clear to higher time" (1993), en New Alliance records (sello que fuera iniciado por los Minutemen, y luego vendido al imperio SST, de Greg Ginn, Chuck Dukowski y en general el entorno de Black Flag). En este disco Tom Surgal (ex-Swans) va en batería, y la guitarra es asumida por Grey en un canal, y Alan Licht en el otro. Por lo mismo, resulta impresionante escuchar este album con audífonos. El sonido es más metalizado y "rockista" que el sonido clásico, y constituye una gran experimentación de un nuevo lenguaje. Un par de EPs de la misma época exploran terrenos similares, como en To higher time y Transfixed (donde se incuye tambén un dúo de piano entre Grey y Sumner Crane, de Mars).

También en New Alliance fue editado en 1991 al album "Mask of Light", atribuido a Rudolph, pero que en realidad podría perfectamente pasar por otro album de los Blue Humans. Son solo 3 temas. El primero dura 37 minutos y la formación incluye a Grey, Sauter y en batería .....¡¡¡Rashied Ali!!!!!!..otro de los gigantes del free jazz, que en su momento reemplazó a Elvin Jones enla banda de Coltrane. En los demás temas hay tambien colaboración de Alan Licht, y no recuerdo bien mucho más. No tengo el disco a mano...estoy lejos de la casa, odio el calor en invierno y odio todo hoy, así que hasta ahí dejo este reviú. Tan sólo agrego (respondiendo a cierto afán de completismo) que el último documento de la banda, editado es un en vivo en Londres en 1994, donde curiosamente la banda consiste en Grey, y dos bateristas, Tom Surgal y ¡¡¡Charles Gayle!!!, uno de los secretos más oscuros e intensos del free jazz, que suele tocar saxofón, a veces piano, y, por los visto, también los tambores. (Transfixed y este Live in London son los únicos que no he escuchado, así que si alguien me quisiera sorprender con un regalo, ya saben).



Hoy en la noche: Fracaso, Malgobierno y Marcel Duchamp, en vivo en un bar que queda en Lira con 10 de Julio. Como en los viejos tiempos del punk rock...."padre, perdónales, no saben lo que hacen". Maldiciones drásticas a quines(es) me haya(n) robado mi glorioso Big Muff que me acompañó por tanto tiempo, pero nos pasa por aceptar ir a tocar a lugares tan taquilleros como El Living, donde no sólo nuestro antiarte es incomprendido, sino que hay más ladrones que en los bares más proletas que frecuentamos.

Finalmente me he apoyado en allmusic porque la incompletud de mi nota me dejaba algo intranquilo: los otros dos temas de Mask of Light son Implosion-73, un duo de Grey/Ali...dedicado a Arthur Doyle...que me imagino estaba todavía tras las rejas inventando canciones (la cárcel hay que saber usarla: tal como Malcolm X se convirtió al islam durante la cana, Arthur se dedicó a esciribr como 200 canciones en su Songbook....el problema es que a veces la da por cantar....y es terrible), y Flaming Angels, con Grey/Ali/Licht y Sauter.

martes, junio 19, 2007

KAFKA Y LA ALIENACIÓN 




Por el Doctor Joseph Gabel. Tomado de Etcétera. Foto cóndores, por el verdadero JC.

KAFKA, NOVELISTA DE LA ALIENACIÓN



«He asumido poderosamente la negatividad de mi tiempo que, por lo demás, me es muy próxima. No poseo el derecho de combatirla, pero sí, en cierta medida, tengo el derecho de representarla».
Diario íntimo.


“Vivo más extranjero que un extranjero”, escribe Kafka en su Diario. Parece, en efecto, que el hecho de ser extranjero haya sido la experiencia fundamental de la vida de Kafka. América es la novela -y la tragedia- del inmigrante; El Castillo, la del obrero extranjero. Ahora bien, volvemos a encontrar curiosamente el concepto de extranjero en la ciudad en una interpretación alemana de la tercera de las grandes “novelas de la soledad”: El Proceso. ¿Por qué es detenido una mañana el apoderado José K.?, se pregunta K. H. Volkmann-Schluck (1). Porque tuvo la negligencia de no poner en regla su permiso de residencia. Y no su permiso de residencia en tal o cual lugar; con seguridad que por parte de este empleado modelo los papeles están perfectamente en regla. No, se trata de otra cosa, mucho más grave: del permiso de residencia en el ser (Legitimation seines Auf enthaltes im Dasein). Todos hemos conocido, no hace mucho tiempo, situaciones donde el permiso de residencia -tan difícil de obtener- significaba para los interesados un verdadero permiso de residencia en la existencia. Por su parte, Kafka, muerto en 1924, no conoció jamás esas situaciones. Fue ciudadano con plenos derechos de esa monarquía austrohúngara donde el antisemitismo era en suma soportable; terminó su corta vida en la República del presidente Masaryk, donde no se conocía esa plaga. Sucede, sin embargo, que su obsesión por la condición de extranjero era de hecho la expresión de su experiencia de la alienación judía, del “Galuth” (2). Kafka es el existencialista del Galuth en la literatura.

Desde este punto de vista, el análisis de La Metamorfosis es rico en enseñanzas. En una obra de Kafka encontramos siempre muchos significados yuxtapuestos o sobrepuestos; como “una cajonera”, dice Max Brod. La Metamorfosis aparece ante todo como un símbolo de desvalorización e incluso de reificación; el animal es más “cosa” que el ser humano. Igualmente tenernos aquí una expresión de esta obsesión por el secreto de la existencia animal, una de las constantes de la obra de Kafka, cuya interpretación incumbe a la psiquiatría, o quizá al psicoanálisis (3). Pero hay también en ello un símbolo judío muy evidente, que es curioso que no viera Németh, sin embargo tan sensible respecto de ese género de simbolismo (4). Grégor Samsa, que sabe que es hombre, y a quien sus semejantes rechazan como a una mala bestia, es el símbolo transparente del judío en busca de asimilación. Problema bastante poco agudo en Francia (salvo para los inmigrados), donde una emancipación más que centenaria ha dado sus frutas; inexistente en el Este y en Oriente, puesto que las judíos viven allí en masas compactas sin perseguir una asimilación, por lo demás imposible; pero que ha sido siempre una de las preocupaciones esenciales de los judíos ciudadanos de la Europa central, que es propiamente el medio de origen de los Kafka. Esta perspectiva es la única que permite comprender el extraño “happy end” que corona este relato y sin la cual permanecería inexplicable. En efecto, el antisemitismo lo vemos a menudo como una técnica de desalienación primitiva. Cuando los psicoanalistas nos proponen explicarlo como una proyección de la angustia de la castración sobre el sujeto castrado (circunciso), proceden en virtud de la misma hipótesis. Las pequeñas pacientes neuróticas de F. Dolto que proyectan sus complejos sobre las muñecas-flores actúan, también ellas, según una técnica de desalienación del tipo del antisemitismo; pero por lo menos ellas tienen la excusa de ser pequeñas y de estar enfermas. El antisemita tipo, e1 «antisemita que no es más que antisemita», es sin duda alguna e1 antisemita judío (que son más numerosos de lo que se piensa). Lejos de nosotros la idea de pretender clasificar al autor de La Metamorfosis en una categoría humana tan poco brillante. Es cierto, sin embargo, que su judaísmo fue un judaísmo atormentado. Sus biógrafos han referido ciertas manifestaciones verbales asombrosas y pocos antisemitas han escrito algo tan cruel sobre Israel como Kafka en su relato Chacales y Árabes (5). Esta hipótesis explica -y es sin duda la única que pueda explicarlo de manera satisfactoria- el renacimiento de la familia Samsa después de la muerte de Grégor; la desalienación tuvo éxito y la familia pudo empezar de nuevo.

Es cierto, pues, que el hecho de ser judío era en Kafka un verdadero “primum movens” de su obra; el elemento de su existencia que lo forzó a escribir (6). Crear era también para él una técnica de desalienación y de exorcismo, y en su obra fue su propio psicoanalista; no sabemos si sin ella el autor de Terrier no hubiera sucumbido a la esquizofrenia, a la que tantos rasgos de su carácter parecían condenarle. Como escritor, quería su condición de judío, fuente de su inspiración; nostálgica de normalidad y de integración (7), sólo podía detestarla. Ambivalencia que se manifestó también en la orden de destrucción de sus manuscritos, orden que felizmente Max Brod infringió. Pero esta ambivalencia respecto de sus orígenes y de su obra -de la enfermedad y del tratamiento-, le permitió realizar una síntesis vertiginosa y lograr una profundidad metafísica y existencial que ninguno de sus correligionarios -y quizá ningún otro escritor- pudo alcanzar. Frente a sus orígenes, los escritores judíos reaccionan, grosso modo, de dos maneras. Algunos fingen ignorarlos, acosados por la voluntad de «ser como los demás»; otros, por el contrario, sienten la obsesión de sus oríg;enes, al punto que a fuerza de meditar sobre lo trágico de la condición judía, terminan por no ver lo trágico de la condición humana. (La novela, por otra parte tan simpática, de L. Lewinsohn Israel, ¿dónde vas? es bastante característica de esta segunda actitud). También en esto Kafka es una síntesis: el judío está proscrito de su obra y está en ella presente dondequiera. Su originalidad -y su grandeza- consiste en haber sabido expresar en los términos del problema humano su experiencia específica de la alienación judía. “Soy extranjero”, constata el judío Kafka, y el hombre Kafka le responde: “Pero todo el mundo es extranjer”. La actitud kafkiana se parece así curiosamente a la de otro gran judío “desalienador”, K. Marx, en su folleto de juventud, bastante poco conocido, consagrado a la cuestión judía (8).

Desde entonces la categoría de la alienación y su corolario en filosofía marxista, la reificación, aparecen como conceptos verdaderamente privilegiados para la comprensión de la obra de Kafka. No se trata, por cierto, de reducir a una fórmula única una obra tan rica, y menos aún de querer encontrar a la fuerza un marxista en Kafka. Es una obra «con cajones», dice Brod. Muy bien, pero permítasenos llevar hasta e1 fin esta comparación: algunos muebles tienen un cajón privilegiado, de cuya apertura depende la de los otros cajones. Los temas kafkianos son, por cierto, variados, pero el del hombre extranjero vuelve constantemente como un leitmotiv.

En este cuadro se puede intentar dilucidar el misterio de El Castillo, “Epopeya del desocupado”, dice Carrouges, Es verdad, pero como significación inmediata, presimbólica: K. es efectivamente el desocupado como Karl, en América, es efectivamente el emigrante. “Símbolo del judío”, dice Németh. El agrimensor no tiene, por lo que a él respecta, nada de judío, pero el recibimiento que se le reservó en la aldea tiene, fuerza es confesarlo, un sabor bastante típicamente antisemita: un entendido no podría equivocarse en esto. Discutiremos más adelante la explicación teológica de Max Brod. Pero vemos en ello una imagen perfectamente realista de una sociedad fundada en la desigualdad y en 1a explotación del hombre por el hombre.

Los ejemplos son numerosos y siempre concretos. “Era la suerte del obrero la que aguardaba a K.” A Klamm se lo conoce como grosero. “Entre un funcionario del Castillo y una hija de zapatero media una distancia muy grande”. El mejor albergue de 1a aldea está reservado para los “Señores del Castillo”, quienes además parecen gozar, respecto de la población femenina, de ciertos privilegios que indignan. Más adelante se trata de «la disciplina que reina en 1a aldea». Huelga multiplicar estos ejemplos. El conjunto “Castillo-aldea” nos ofrece una imagen muy concreta v apenas caricaturesca de una sociedad antidemocrática, de estructura más bien feudal que fascista, algunos de cuyos aspectos recuerdan la Hungría feudal de antaño.

Evidentemente, lo esencial no está allí. Nadie puede pensar seriamente en reducir 1a importancia de la obra de Kafka a la de una simple critica social. Pero en El Castillo las relaciones de clase se proyectan a lo eterno, y esto es precisamente uno de los elementos esenciales de la reificación. «Una potencia inhumana reina sobre todo». El reino de El Castillo es, efectivamente, impersonal, inhumano. El elemento impersonal -típico del universo deificado- domina en la obra de Kafka; nada puede caracterizar mejor la incomprensión admirativa (es la palabra justa) de Brod que el hecho de haber creído que correspondía completar las iniciales en El Proceso. Porque toda la obra de Kafka está bañada por la atmósfera de lo impersonal, del «se». Los dos ayudantes del agrimensor son intercambiables como las ruedecillas de una máquina. Nunca Klamm hablará a K.; ni siquiera dirige la palabra a sus amantes. No hay comunicación telefónica real entre la aldea y el Castillo. El pasaje concerniente a esas supuestas comunicaciones telefónicas es, por otra parte, de una ironía feroz. Los habitantes de la aldea creen poder telefonear al Castillo; tienen incluso la ilusión de recibir una respuesta. En realidad, “no existe ninguna conexión telefónica definida entre la aldea y el Castillo, ninguna central que dé curso a nuestras llamadas”. Ningún ateo ridiculizó más cruelmente que el piadoso Kafka la oración que el hombre de 1a alienación religiosa dirige en vano a su propia esencia hipostasiada. ¿Existe e1 Castillo? ¿O es solamente la imposibilidad objetivada, ese cielo que es sólo “imposibilidad de corneja” (9)? ¿Existe Klamm? Tal pregunta se planteó de hecho. El Castillo v sus habitantes llevan la marca de la falsa objetividad del mundo reificado, una objetividad de tipo alucinatorio. Klamm es quizá uno de nosotros; e1 Castillo es nuestra impotencia o nuestra ignorancia. Comprenderlo significa entrever de lejos la frontera del país de la libertad.

Existe también, ciertamente, la explicación religiosa (la Gracia), y la autoridad de Max Brod, esa autoridad que dejó su sello en numerosas exégesis, no solamente en aquellas que pretenden hacer de Kafka un “testigo del espíritu” (10) (siendo en realidad un testigo del fracaso del espíritu, de la reificación), sino también en las lúcidas obras de Carrouges y de Németh. Puede parecer presuntuoso combatir la opinión del amigo de Kafka. Sin embargo, hay que desconfiar de Brod, gran escritor, amigo admirable -si los hay-, pero mediano pensador, del que no podemos estar seguros que haya comprendido cabalmente a su genial y misterioso amigo. De hecho, la teoría de la Gracia (y, más generalmente, la interpretación religiosa que es su corolario) ) nos envuelve en una serie de contradicciones, de las que no se sale después sino al precio de concesiones, cuando no de acrobacias. El Castillo es la Gracia. Sea; ¿pero por qué la burocracia reina en el Castillo? No se comprenden sus relaciones con el concepto de la gracia. La burocracia ocupa, en cambio, un lugar preponderante en la descripción lukacsiana del universo reificado. La imagen de Klamm-Providencia es igualmente misteriosa. No es así como un alma religiosa se imagina un ser de esencia divina. Visto desde nuestra perspectiva, el misterio se aclara: de lejos, Klamm posee toda la majestad del sistema; de cerca, es un hombre como los demás, hasta un poco grotesco. Brod reconoce -no sin candor-- que la historia de Sortini le parece incomprensible; a la luz de la hipótesis de la reificación es, por el contrario, diáfana. La familia Barnabé está, en principio, excluida de la gracia; ¿por qué razón entonces Kafka nos da de ella una pintura tan simpática? En este circo de tristes monigotes, la familia Bernabé constituye la única nota humana; nada tiene de asombroso que sea también la única que reciba con humanidad a K., el extranjero. E1 viejo padre, tan preocupado por devolver el honor a su hija, resulta realmente conmovedor. De hecho, ¿por qué el agrimensor --otro excluido de la gracia- atrae al pequeño Juan? Es porque a pesar de sus yerros y de sus torpezas -¿o merced a ellas?- K. representa un elemento de espontaneidad y de libertad en ese mundo rígido; atrae naturalmente al niño que no está aún «arrojado al mundo». K. es el hombre del rechazo (quizá provisional), los habitantes de la aldea son los de una aceptación definitiva. El mundo reificado ignora el acontecimiento: Kafka personalmente -como buen esquizoide- tenía dificultades en concebir el cambio. Por su parte, el niño es cambio y esperanza; se reconoce a si mismo en ese extranjero que trae al mundo resignado de sus padres el escándalo de sus ambiciones.

¿Es necesario rechazar, por consiguiente, la explicación religiosa? Ésta contiene un elemento de verdad, pero en una perspectiva distinta: la de una experiencia arcaico-primitiva del hecho social. Las relaciones entre alienación y hecho religioso fueron estudiadas por numerosos pensadores desde Feuerbach hasta Durkheim, pasando por Marx. Según Durkheim, e1 hombre primitivo integrado en la comunidad tribal siente que hay en ella algo que lo supera, y esta experiencia confusa de la energía social -primera escuela de trascendencia para el primitivo- sería el origen del dualismo de lo sagrado y de lo no sagrado, base de todo fenómeno religioso. En un texto notable, Kafka -que era lo menos sociólogo posible- formula casi exactamente la misma idea. «Creer significa liberar en uno mismo lo indestructible; o, más exactamente, liberarse, o, más exactamente, ser indestructible, o, más exactamente, ser» (Diario). Ante el hecho de la reificación -el “hecho social”- de los sociólogos franceses (11)- la actitud de Kafka parece haber sido ambivalente: por un lado, siente una emoción religiosa o más bien numinosa ante el poder que abruma al hombre y, al mismo tiempo, una actitud de rebeldía muy concreta y casi política. (Piénsese en el relato Lus nuevas lámparas, sin contar innumerables pasajes de El Castillo). Las dos actitudes son inconciliables, es verdad, pero nadie pensó jamás aplicar a Kafka los criterios del hombre de ciencia. La coexistencia en é1 de dos mundos contradictorios -el universo de la rebelión y el universo religioso- constituye sin duda una de las numerosas manifestaciones del núcleo esencialmente esquizoide de su carácter.

Con El Proceso, entramos en otro dominio: el del universo reificado, en cuanto universo de la culpabilidad. Volvemos a encontrar en él el tema de la reificación: el reino de una potencia lejana, inhumana, impersonal. (El Proceso es la novela donde dominan las iniciales). Pero esta potencia inhumana posee aquí un carácter judicial. En efecto, en el universo reificado el hombre se convierte en cosa y este hombre-cosa, desprovisto de valor propio, debe justificar su existencia, sin lo cual es considerado culpable. Tal es, en sus grandes líneas, la explicación de Volkmann-Schluck, en la cual volvemos a encontrar la noción de permiso de residencia. Desde la mañana de su misterioso arresto, el apoderado José K. vive en un universo doble. Por una parte, sigue siendo el funcionario respetado, cuya posición es perfectamente firme, «un buen partido» deben decirse las madres que tienen una hija casadera. Es cierto que conoce los tribunales: majestuosos edificios públicos, donde no tiene nada que buscar, sino cuando va a defender, corno empleado honesto y respetado, los más legítimos intereses de su empresa. Y en otro mundo, superpuesto al primero, no es más que el Acusado obligado a efectuar gestiones extrañas ante magistrados que no lo son menos. Los psiquiatras conocen perfectamente este fenómeno del «doble universo»: es un aspecto de la disociación. Pero lo hemos conocido también en otra parte. Entre 1940 y 1942, el ciudadano percibía ciertamente la derrota que tenía, por 1o demás, razón para considerar provisional, pero esa derrota no modificó inmediatamente la estructura fenomenológica de su universo; este último se volvió más sombrío, pero conservó su organización. La temporalidad del Israelita, en cambio, se vio inmediatamente amputada en cuanto a la dimensión del futuro; se convirtió en la de un universo cerrado, cuya única terrible salida se abría hacia una perspectiva concentracionaria. A la limitación temporal correspondía la limitación espacial: los salvoconductos necesarios para cualquier traslado ¡y qué difíciles de conseguir! Desde entonces este universo espaciotemporal parecía singularmente cercano a la temporalidad de Kafka. En las facultades se veían jóvenes de ambos sexos que palidecían ante los mismos temas, pero que, más allá de esos temas, preparaban 1a agregación y su futuro, palabra desprovista de significado preciso para el ciudadano del Universo de la Culpabilidad Difusa. Por último, una simple decisión administrativa podía condenar a prisión a un residente, aunque la conciencia de este estuviera tranquila y no tuviese antecedentes penales. En este proceso jamás se vio absolución alguna -el pintor Titorelli lo dijo perfectamente-, pero se podía dar largas al asunto. Nadie podrá comprender plenamente a Kafka si alguna vez no hizo la cola frente a una ventanilla, donde un empleado de apariencia a menudo miserable decidía sobre la vida o la muerte, sin saber siquiera que, de hecho, era miembro de un tribunal sin apelación para toda una categoría de seres humanos. El Proceso es el de un hombre-cosa que cesó de ser una fuente autónoma de valores y que debe justificar su estadía en un mundo donde es en adelante extranjero.

Decir que América es la novela del inmigrante es enunciar una perogrullada. Se pudo afirmar que la atmósfera de esta novela era más alegre que la de las otras; la verdad es que el estilo de Kafka no estaba quizá completamente a punto. Entre los Robinson y los Delamarche, el joven Karl apenas debe encontrarse menos solo que el agrimensor en la aldea o el apoderado frente a sus jueces. Pero en esta novela -como en toda la obra de Kafka- hay una jerarquía de significados superpuestos según una técnica que, dicho sea de paso, fue tomada de 1a mística judía (en especial de Filón de Alejandría). Karl es el emigrado, y un emigrado es doblemente extranjero. Pero América -una América que parece sacada de las estampas de Epinal- es también un mundo inhumano visto por un castrado. Karl es un castrado, expulsado por su padre a causa de un delito sexual -muy insignificante en apariencia-- perpetrado con una mujer de edad mucho mayor. Y en efecto, a lo largo de toda la novela. Karl se conduce como un impotente frente a las mujeres (véase el episodio con Clara y también con la joven dactilógrafa alemana). Desde entonces se siente la tentación de encontrar nuevamente en América -como en casi todo el resto de la obra- el elemento judío: un proscrito que es al mismo tiempo un castrado (circunciso) es un judío. Exégesis que parece desde luego cogida por los cabellos, y que lo sería en efecto, si Kafka no hubiese tenido cuidado de advertirnos, por el juego de las iniciales, que él mismo está presente en todas sus novelas. En cualquier caso esta hipótesis es la que mejor explica el episodio del circo de Oklahoma, episodio curioso que aparece claramente como un cuerpo extraño dentro de la novela, a la que sin embargo aparece unido por lazos misteriosos. El circo de Oklahoma es un sueño con compensación de contenido casi mesiánico. La frase “Todos son bienvenidos a esta casa”, es la traducción casi literal de una alusión mesiánica de la liturgia judía, y los ángeles con las trompetas son igualmente un motivo de la mística hebraica. Por último la reificación también está presente en esta novela, sin por tanto ocupar el lugar central que tiene en otras. Aquí está representada por el tío, la auténtica figura cibernética. El senador tiene reacciones de robot (12); es cómico en el pleno sentido bergsoniano del término. Es además un pobre tipo, a despecho de su “éxito” deslumbrante; se adivina toda la aridez de su vida afectiva. Sus amigos Pollunder y Green sin olvidar a la mujerzuela Clara- son dignos de él. América no es sólo la novela del inmigrado, sino también la del Hombre en un mundo inhumano, en un mundo de máquinas.

Tenemos finalmente el más misterioso relato de Kafka, el más cargado de significación: Odradek. He aquí la opinión de Schoeps: “Etimológicamente la formación de la palabra Odradek corresponde en efecto a una fantasía. Pero lo que en ella hay de eslavo podría traducirse más o menos por escapado a la Ley. Odradek es la expresión de la alienación, de la anominización del yo. Odradek, el escapado a la Ley, el que es objeto de las preocupaciones del divino padre de familia, ha tomado la forma absurda de una bobina, se ha convertido en un mecanismo automático. En la absurdidad del mundo actual, el testimonio del oscurecimiento de la conciencia individual, la prueba de la disociación del hombre que perdió a Dios” (13) . Deben tenerse en cuenta todos los elementos de este juicio, salvo quizá la nota religiosa basada aquí en las convicciones personales de Kafka más bien que en la significación objetiva de su obra. La reificación ha cumplido su misión, y el hombre, definitivamente alienado, no es más que una absurda bobina.

¿Cuál es pues el significado contemporáneo de la obra de Kafka? (No digamos mensaje porque esta palabra habría sido fatalmente recusada por un escritor que ordenó la destrucción póstuma de sus manuscritos). Existe un elemento de deshumanización en la civilización contemporánea: la reificación tal como la entienden los autores marxistas. Ese elemento aparece en la historia con la alienación del trabajo humano y llega a su desarrollo reciente en el horror de los campos de concentración. Es un fenómeno que ocasiona un desdoblamiento de tipo esquizofrénico de nuestra existencia social, desdoblamiento en el cual el fetichismo de la mercancía, denunciado por Marx, constituye uno de sus aspectos. Este dualismo se refleja en nuestro pensamiento filosófico a través del dualismo entre términos tales como reificación y realidad humana, verdadera y falsa conciencia, autenticidad y inautenticidad, y también, en cierta medida, a través del dualismo psiquiátrico de la normalidad y de la alienación. Gracias a su propia naturaleza esquizoide inclinada a la reificación y a la disociación (“Estoy hecho de piedra”, “Tengo un martillo en el lugar del corazón”, decía Kafka), y también gracias a su experiencia personal de la alienación judía (que supo expresar en términos de alienación humana), Kafka se ha puesto a tono con esta disociación esquizofrénica (14) de la conciencia política contemporánea. Lejos de nosotros querer hacer de Kafka un marxista. Tal cosa seria propia de ua hagiografía ingenua, tan indigna de u gran escritor como de una gran doctrina. Digamos simplemente que una experiencia de tipo arcaico le permitió remontarse hasta las fuentes de la alienación y de la religión, haciendo así posible esta obra ambivalente en la que la reificación contemporánea se efleja con una nitidez y un vigor quizá nunca alcanzados en parte alguna.

Kafka volverá a ser inactual. Sólo momentos históricos excepcionales pueden permitir a una colectividad soportar el peso de semejante lucidez. E1 momento de la liberación, en 1944, era uno de ellos. En el momento de descubrirse el horror de los campos de concentración, su obra fue la catarsis de una conciencia colectiva atormentada. Desde hace algún tiempo se habla mucho menos de Kafka. Ciertos capitalistas han vuelto a calcular sus ganancias; Alemania se pregunta si no ganó la guerra. Un libro de filosofía social firmado por Horia Sima (uno de los jefes de la Guardia de Hierro rumana) hizo una discreta aparición en las librerías junto a los libros de Brunschvicg y de Laveille. ¿Existió Auschwitz? ¿No habrá sido una gigantesca farsa montada por algún bromista lector de Kafka? ¿Pueden tales hecatombes haber sido la obra de un pueblo tan noblemente preocupado por la defensa de los valores occidentales? No, decididamente este judío desvaría y terminará por cansar a todo el mundo. Ya molesta bastante a los teóricos de la lucidez de sentido único; aquellos para quienes la desalíenación es ante todo una transalienacíón. ¿Habrá que quemar a Kafka?, preguntó un hebdomadario previsor ya en 1946. G. Bataille tiene razón en subrayar que el primero -y el más peligroso- de los partidarios de este auto de fe era el propio Kakfa (15). Sin embargo, es difícil seguirlo cuando atribuye el descrédito del que Kafka es objeto en ciertos medios, a la ausencia de perspectivas históricas en su obra. La sola existencia del circo de Oklahoma, aparte de los proyectos sociales de Kafka, bastaría para refutar esta tesis. Pero la alienación de derecha no es 1a única que amenaza al hombre moderno, y la obra de Karka -como lo señala con justa razón Carrouges (16)- denuncia todas las alienaciones. Encontramos en ella pasajes verdaderamente extraños. He aquí uno: “La bestia arranca al amo el látigo y se azota a sí misma para convertirse en amo, no sabe que se trata de una fantasía producida por un nuevo nudo en la lonja del amo” ( Diario). No sé qué ha querido decir conscientemente con eso, pero objetivamente es quizá la expresión más conmovedora de la tragedia del proletariado. Frases de este tipo no se perdonan. Hay que quemar a Kafka.

“Yo soy fin o comienzo”. ¿Era Kafka un fin o un comienzo? No lo sabemos, y este es quizá el problema central del porvenir de la civilización. Hasta ahora solo parece válido el aspecto negativo de su obra. La reificación está presente en nuestra vida cotidiana, pero nadie nos muestra todavía el camino del circo de Oklahoma. La negatividad de la época es el fracaso de lo humano, fracaso cuyo símbolo conmovedor lo constituye la historia del médico rural. Kafka asumió con fuerza esta negatividad cercana a su naturaleza esquizoide; no podía combatirla porque habría sido combatirse a sí mismo, pero logró representarla de tal manera que ella le asegura un lugar entre los representantes eternos del hombre. Su experiencia de judío lo ayudó, por cierto, a entender la alienación del hombre; es difícil imaginar un Kafka que no sea judío. Pero sería desconocer singularmente su importancia si únicamente se viera en ella la expresión del «misterio judío»(17) ."' El misterio Kafka es el misterio de la Sociedad.

1 K. H. Volkmann-Schluck, «Bewusstsein und Dasein in Kafkas "Prozess", Neue Rundschau, 1950.

2 La palabra “Galuth” significa textualmente “proscripción”. Se trata de un concepto muy popular entre los judíos de la Europa Central y del Este.
3 M. Do1to trata a niñas neurópatas mediante muñecas-flores. “El comportamiento del sujeto frente a esta muñequita, que supone dotada de razón y de sentítníentos, le perrnitía, en una primera fase, tomar conciencia de sus propias emociones instintivas, manifestándolas. Podía entonces reaccionar con respecto a esta manifestaci6n, cuya responsabilidad les era sustraída artificialmente” (F.Dolto, Revue Française de Psycanalyse, (1950).
Se trata de saber si, de manera análoga, Kafka no proyectó sus complejos -y también su autismo- en sus relatos de animales. Véase el relato Le Terrier, una de las manifestaciones del autismo más asombrosas que posee la literatura.

4 A. Németh: Kafka ou le Mistère juif.
5 En el relato que acompaña a La Metamorfosis. La interpretación es la de Németh
6 Blanchot : Kafka et L'exigence de 1'OEuvre, Critique, marzo de 1952
7 Véanse muchísimos pasajes de su Diario y también la biografía de Brod.
8 Marx. Zur Judenfrage. Sgún Marx, el espíritu judío se encarnó en el capitalismo; la solución del problema judío consistiría, pues, en la supresión del capitalismo.

9 Diario.• Las cornejas pretenden que una sola corneja podría destruir el cielo. Esto está fuera de duda, pero no prueba nada contra el cielo, porque cielo significa imposibilidad de corneja» ¡La reflexión es de una profunda belleza.
10 Cf. el libro de R, Rochefort (prólogo de Daniel-Rops), que es la expresión más consecuente de la interpretación espiritualista.
11 El “hecho social” (Durkheim) y la reificación (Lukács) expresan la misma experiencia “objetiva” de la realidad social, con esta sola diferencia: en Lukács se trata de una ilusión histórica que será desenmascarada con el triunfo de la clase ascendente, mientras que en Durkheim es una constante de la existencia colectiva.
12 El tío-senador echa a su sobrino muy querido porque llegó pasada la medianoche. Si hubiera llegado cinco minutos antes de medianoche, lo habría retenido. Se trata de la reacción de una máquina.
13 Paraboles.
14 En la obra de Kafka se encuentran numerosos ejemplos de esta disociación esquizofrénica. En El Proceso, el apoderado José K. (Kafka) es detenido por dos policías, uno de los cuales se llama…Franz, igual que el autor. Kafka se detiene a sí mismo. Cf. También el relato Le Monde Citadin (Ten0tation au Village), y quizá también la historia de los cuatro amigos: Robert, Samuel, Max y Franz, según la interpretación de M. Robert.
15 G. Bataille: Franz Kafka devant la critique communiste, en Critique, oct. 1950. Según Bataille, hay en Kafka « una negación de la tierra prometida », lo que justificaría la hostilidad de los comunistas. ¿Y el circo de Oklahoma? El problema reside por tanto en otra cosa.
16 Michel Carrouges: Kafka, 1948.
17 Este reproche se dirige sobre todo al título del libro de Németh. El libro en sí es uno de los mejores que se hayan consagrado a Kafka.

jueves, junio 14, 2007

Ambivalencia del desencanto 



Estos autonomistas postobreristas italianos...tan lúcidos, tan elegantes, tan fluidos....pero no me refiero a Negri, hay mucho mejores, por ejemplo, Agamben y Virno. Paolo Virno en "ambivalencia del desencanto" señala que las tres tonalidades emotivas que dominan el paisaje hoy son el oportunismo, el cinismo y el miedo. y los explica en relación directa con las formas actuales de trabajo asalariado que impone el capital, pero además trata de ir hasta un "punto cero" a partir del cual la ambivalencia podría llevarnos a un "mas acá" que tiende a lo que sin verguenza alguna debemos denominar COMUNISMO. va ese fragmento. el texto entero está incluido en "Virtuosismo y revolución", una colección de escritos noventeros, editado por...adivienen quien....Traficantes de sueños.


En el grado cero

Llegados a este punto, es preciso preguntarse: ¿hay algo, en la constelación sentimental del presente,que emita signos de rechazo y de conflicto? En definitiva, ¿hay algo bueno en el oportunismo y en el cinismo? Por supuesto que no —no debe persistir ningún equívoco al respecto. Sin embargo, estas figuras enojosas y a veces horribles ofrecen un testimonio indirecto sobre la situación emotiva fundamental de la que derivan, pero de la que no constituyen la única declinación posible. Como hemos dicho al principio, es necesario remontarse a los modos de ser y de sentir que subyacen al oportunismo y al cinismo como un núcleo neutro, sujeto a expresiones completamente distintas.

Para que no subsistan equívocos, arrebatando cualquier pretexto a los malentendidos maliciosos, es mejor aclarar detenidamente qué se entiende por «núcleo neutro» (o por «grado cero») de un comportamiento ético negativo. No estamos ante una astuta transvaloración del estilo: lo que parece mal a la mayoría es el verdadero bien. Tampoco ante un guiño cómplice al «curso del mundo». La apuesta teórica consiste,
por el contrario, en identificar una modalidad de experiencia nueva e importante, aprehendiéndola en las formas en las que se manifiesta por el momento, pero sin reducirla a éstas últimas.

Un ejemplo. La «verdad» del oportunismo, lo que se ha llamado su núcleo neutro, reside en el hecho de que nuestra relación con el mundo tiende a articularse preponderantemente a través de posibilidades, ocasiones y chances, y no con arreglo a direcciones lineales y unívocas. Por más que lo alimente, esta modalidad de
experiencia, no se resuelve en el oportunismo: constituye más bien la ineludible condición de fondo de las acciones y de las conductas en general. Eventuales comportamientos que fueran diametralmente opuestos al oportunismo, se inscribirían a su vez en el interior de una experiencia ritmada sobre todo por posibilidades y
por chances cambiantes. Por otra parte, sólo nos llegan rumores de estos comportamientos radicales y transformadores porque entre tanto podemos encontrar, en el oportunismo a cuya proliferación asistimos, la modalidad de experiencia específica a la que, así y todo, aquellos habrían de corresponder, ofreciendo sin embargo una versión completamente diferente de los mismos.

En resumen. En los sentimientos del desencanto y en los comportamientos de adaptación del presente hay que identificar la situación emotiva, o modalidad de experiencia, que representa su grado cero —es lo que hemos intentado hacer, caso por caso, en las páginas precedentes. A continuación, es preciso subrayar tanto la irreversibilidad como la ambivalencia de esta situación emotiva. La irreversibilidad: no nos las vemos con una condición pasajera, con una simple coyuntura social o espiritual, respecto a la cual pueda invocarse el restablecimiento de un contexto anterior y distinto. Habida cuenta de que no se trata de un largo y plomizo paréntesis, sino un cambio profundo del ethos, de la cultura y de los modos de producción, está fuera de lugar que nos preguntemos «a qué altura de la noche estamos», como si esperáramos una mañana: toda luz útil
está ya en la presunta noche, no hay más que acostumbrar los ojos. La ambivalencia: la modalidad de experiencia que se da a pensar no forma una unidad con sus manifestaciones actuales, sino que está abierta a desarrollos duramente conflictivos. Irreversibilidad y ambivalencia, al mismo tiempo. Todo lo contrario de lo que sucede en la discusión teórica corriente, donde aquél que critica lo existente considera que tiene que exorcizar esta irreversibilidad, mientras que aquél que la reconoce se apresura a eliminar todo rastro de ambivalencia.
Así, pues, ¿cuáles son los modos de ser y de sentir que caracterizan la situación emotiva común tanto a aquél que se adapta como a aquél que dice «no»? En primer lugar, como es obvio, los modos de ser y de sentir inherentes a la salida de la sociedad del trabajo.

Recordemos brevemente temas ya examinados en detalle, prestando ahora, no obstante, una atención exclusiva a lo que se ha tornado preeminente: el grado cero de los fenómenos y su connatural ambivalencia.

Cuando ya no es el epicentro real de las relaciones sociales, el trabajo no ofrece ninguna orientación duradera, deja de canalizar los comportamientos y las expectativas. No excava un lecho ni extiende una red de protección capaz de limar u ocultar el carácter infundado y contingente de toda acción. Dicho de otra manera:
a diferencia del pasado reciente, el trabajo ya no actúa como potente sucedáneo de un tejido ético objetivo, no hace las veces de las formas tradicionales de eticidad, vaciadas y disueltas desde hace tiempo. Los procesos de formación y de socialización de los individuos se despliegan fuera del ciclo productivo, en contacto directo
con la extrema labilidad de cualquier orden, como adiestramiento en el manejo con las posibilidades más distintas, como la costumbre de no tener costumbres, como reactividad al cambio continuo y sin telos.

En tales actitudes e inclinaciones cabe reconocer el grado cero de los sentimientos ligados a la salida de la sociedad del trabajo. Sin embargo, como hemos visto, esta «salida» se devana, con todo, bajo la égida y conforme a las reglas del trabajo asalariado y, por lo tanto, sobre un fondo de relaciones específicas de dominio.
Sucede así que la producción de mercancías subsume y valoriza la misma situación emotiva típica del no trabajo. Los caracteres principales de la socialización extralaboral —un marcado sentido de la contingencia, familiaridad con el desarraigo, relación inmediata con la urdimbre de lo posible— se ven transfigurados
en requisitos profesionales, en una «caja de herramientas». No sólo el trabajo no hace ya de sucedáneo de la eticidad, sino que engloba en la actualidadtodo lo procedente de la disolución de todo ethos sustancial, se aprovecha explícitamente de la pérdida de familiaridad con contextos particulares o modos de operar particulares. En la organización del trabajo contemporáneo entra en producción incluso la crisis irreversible de la «ética del trabajo». Devuelto a la lógica del trabajo abstracto, invadido por el tiempo homogéneo e infinito de la mercancía, el sentimiento radical de la contingencia se manifiesta como oportunismo y sentido de la oportunidad.

Sin embargo —y esto es lo único que importa—, la situación emotiva ínsita en la salida de la sociedad del trabajo puede recibir una inflexión muy distinta.
Que quede claro: la ambivalencia sobre la que aquí discurrimos no admite que se la investigue exhaustivamente por su lado «virtuoso». Si lo intentáramos, subestimaríamos su carácter práctico. No se trata tan sólo de un aferramiento intelectual distinto, que revela a sí mismo lo que ya es, sino de nuevos fenómenos, de distintas formas de vida, de otros procesos materiales y culturales. Lo que podemos hacer es afinar un léxico conceptual de mallas bastante amplias, circunscribir una ausencia, dar nombre a una chance, indicar el «lugar» de algo que puede llegar. Ni que decir tiene que, tratándose de deletrear un léxico intelectual, se acept el inconveniente de una cierta rarefacción del discurso, de un grado de abstracción más elevado.

En lugar de ser una mera determinación negativa, el creciente no trabajo está abarrotado de manifiestos y ostensivos criterios operativos, de otras formas de praxis, virtualmente contrapuestas a aquellas encabezadas por la mercancía. Es una franja de costa, revelada en su variedad y riqueza por la retirada del mar: es
un plano, una convexidad. Es, sobre todo, el lugar en el que puede asentarse una actividad que elida y suplante al trabajo asalariado. Esta actividad, que dista mucho de reconstituir una relación artesana entre una finalidad concreta y los medios adecuados para realizarla, da sin embargo una forma acabada y, por lo
tanto, un límite al número indefinido de las posibilidades con las que debe medirse cada vez.

¿Cómo caracterizar desde más cerca la antinomia entre actividad y trabajo, inscrita en los modos de ser y de sentir del presente? Mientras que el trabajo asalariado entiende lo posible como una lluvia de átomos, infinita e indiferente, carente de todo clinamen, la actividad a la que aquí aludimos lo configura siempre y
únicamente como un mundo posible. Un «mundo» es un sistema de correlaciones, del que no puede ser extrapolado ningún elemento individual sin que pierda su propio significado; es una unidad saturada y completa, a la que no parece tener que añadirse o sustraer nada; es un todo limitado, preliminar e indispensable para la representación de cualesquiera de sus partes. Un «mundo posible» es la correlación preventiva, la unidad saturada, el todo limitado que la actividad instituye cada vez en una trama de posibilidad.

De este modo, hacemos entrar en resonancia el eco de la concepción de Leibniz, conforme a la cual una posibilidad elemental es comprensible sólo si se introduce en un «mundo posible» completo en sí mismo. A continuación, parece provechoso aplicar a la noción leibniziana de «mundo posible» la oposición delineada por Heidegger entre «mundo» y «simple presencia». El «mundo», como ámbito vital de pertenencia, es frecuentado y recorrido antes incluso de que tenga lugar cualquier objetivación cognoscitiva. «Simples presencias» son, por el contrario, los entes o hechos en tanto que puestos «ante» el sujeto de la representación.

Sobre esta base se precisa mejor la diferencia entre trabajo y actividad en lo que respecta a su relación con oportunidades, ocasiones y chances (una relación, claro está, decisiva para ambos).

El trabajo abstracto dispone la cadena de los posibles como una serie infinita de simples-presenciaseventuales, todas equivalentes e intercambiables. En cambio, la actividad hace de lo posible un «mundo» acabado y finito. Sustrae al flujo ilimitado de chances elementales, escrutando en su lugar cada una de éstas a partir de una totalidad de conexiones, de un contexto.

Esta totalidad de conexiones es configurada por la actividad misma: no le viene asignada de antemano (a modo de una finalidad externa). Además, una totalidad de conexiones tal es, a su vez, sólo posible. Un «mundo posible», determinado por el no trabajo en cuanto actividad, no es algo que eventualmente pueda resolverse
en una realidad de hecho. Aun en el caso de que innumerables chances particulares se hubieran transformado en «hechos consumados», su conexión, esto es, el «mundo» al que son inherentes, no perdería en absoluto la prerrogativa de ser tan sólo posible. Los mismos hechos quedan comprendidos como radicales contingencias, aprehendidos sólo bajo el perfil de su labilidad, entendidos a partir de las alternativas que todavía albergan. Ni limbo, ni latencia, el «mundo posible» no está al acecho en la sombra, aspirando a una «realización»: por el contrario, se trata de una configuración efectiva de la experiencia, cuya realidad consiste, sin embargo, en mantener siempre expuesto a plena vista, como «la letra escarlata», el signo de la propia virtualidad y de la propia contingencia.

domingo, junio 10, 2007

Blog de Mierda 

Este blog a veces admite comentarios y otras veces no. con independencia de las instrucciones que se le den al efecto. desperfecto. virus. sabotaje. paranoia. da lo mismo. Prasihimwithsalms (Prince Far I). Hay mucho frío y no basta con el café.

viernes, junio 08, 2007

Del Estado al hombre es orden.... 



LA LEY PENAL ADOLESCENTE VIOLA LA CONVENCIÓN DE NACIONES UNIDAS SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO

SANTIAGO.- Con la internación provisoria para un joven imputado por el robo de una gata hidráulica concluyó la primera audiencia bajo la nueva Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, que hoy entró en vigencia.(El mercurio online, 8 de junio de 2007)

1.- La Convención señala que las personas son niños hasta que cumplen 18 años (art.1), y obliga a que el interés superior del niño sea tomado en cuenta como consideración primordial en todas las decisiones que las autoridades adopten (art.3). Además, señala que en todos los asuntos que afecten a los niños, su opinión debe ser consultada y tenida en cuenta (art. 12).

En materia penal, la Convención exige que los adolescentes que sean acusados de cometer delitos sean juzgados mediante “leyes, procedimientos, autoridades e instituciones específicos” (art. 40.3), y que la finalidad de este sistema especial es “fortalecer el respeto del niño por los derechos humanos y libertades fundamentales de terceros” teniendo en cuenta “la edad del niño y la importancia de promover su reintegración”.

Por lo mismo, la Convención señala que debe disponerse de diversas medidas “alternativas a la internación en instituciones” (art. 40.4) y que “la detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño” debe utilizarse “tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda” (art.37 b).

Es decir, en ningún caso los niños pueden ser juzgados mediante el mismo sistema penal de los adultos.

2.- La Ley 20.084 (aprobada a fines del 2005 y postergada en un año su entrada en vigencia por la Ley 20.110) contempla que los adolescentes (entre 14 y 18 años de edad) sean juzgados por los delitos que señala el Código penal y todas las leyes penales especiales de los adultos, y para la determinación de la sanción aplicable se utilizan las mismas reglas del Código Penal de adultos, a las que se remite el art. 22. Tras aplicar esas reglas, los jueces deben usar una tabla (art.23) que les permite aplicar internaciones en “centros cerrados” y “centros semicerrados” por máximos de hasta 5 años para los niños de 14 y 15, y de 10 años para los de 16 y 17. A diferencia de lo que exige la Convención, las sanciones “alternativas” quedan reservadas sólo para delitos menores.

Los jueces, fiscales, defensores y las policías que tratarán con estos casos no están totalmente especializados en adolescentes, sino que son los mismos órganos del derecho penal de adultos, pero que han sido “capacitados” para aplicar esta ley.

Los procedimientos aplicables son básicamente los mismos que en el Código Procesal Penal.

3.- El Comité de Derechos del Niño (de las Naciones Unidas) le hizo ver al Estado de Chile en enero del 2007 que la Ley Penal Adolescente se apartaba de lo que la Convención exige, y lo instaron a modificarla antes de que entrara en vigencia, “asegurando que la privación de libertad sea una medida impuesta como último recurso”.

Además, el Comité manifestó su preocupación por los 5 años de cárcel para los niños de 14 y 15 años, porque se permita aplicar sanciones a menores de 14 años, por la “brutalidad policial” contra los jóvenes mapuche y por el maltrato generalizado de niños y niñas por parte de la fuerza pública durante las protestas estudiantiles del 2006.

Estas recomendaciones del Comité no sólo fueron desoídas por el Estado, sino que durante el mes de mayo el Congreso y el Ejecutivo volvieron a modificar la Ley, endureciéndola aún más. Así, se aumentó de 12 a 24 horas el plazo para que un adolescente detenido sea puesto a disposición del tribunal (es decir, ahora el plazo es el mismo que para un adulto), y se obliga al juez a que en el tramo superior de la “tabla” del art. 23 sea obligatorio aplicar un mínimo de dos años de internación en centro cerrado (es decir, una cárcel de menores).

4.- Con esto resulta evidente que una Ley que ya era problemática desde el punto de vista de la Convención ha pasado a violarla abiertamente, pese a que la misma Ley invoca esta Convención y el “interés superior del niño” como marco orientador.

El Estado pretende que los adolescentes sean “responsables” por sus actos, pero se permite firmar un tratado internacional y no cumplirlo, y actuar abiertamente en contra de las indicaciones formuladas por el Comité.

El Estado pretende “dar señales” contra la impunidad, pero sigue vigente la Ley de Amnistía de 1978, la Constitución pinochetista y el modelo neoliberal, con lo que se vulnera a diario los derechos humanos, tanto los de naturaleza política como los derechos sociales y económicos.

El Estado exige deberes a los menores de edad, pero no ha sido capaz de llevar los derechos al sistema educativo, no ha aprobado la “ley de protección de derechos infanto-adolescentes” que anunció en el 2001, y reprime mediante la fuerza bruta de las Fuerzas Especiales de Carabineros a niños y niñas con el beneplácito de los medios de comunicación y con la impunidad casi total que les garantiza la Justicia Militar a los de sus propias filas.

El Estado chileno ha sido irresponsable en cuanto a los compromisos adquiridos con la infancia, y no tiene la legitimidad mínima necesaria para poder penalizar a los adolescentes chilenos.

5.- El miércoles 13 de Junio el Tribunal Constitucional se pronunciará sobre el requerimiento presentado por 33 parlamentarios que consideran “inconstitucionales” algunas de las modificaciones finales introducidas a la Ley Penal Adolescente.




Convención sobre los Derechos del Niño: http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/k2crc_sp.htm

Observaciones sobre Chile del Comité de Derechos del Niño:
http://www.acnur.org/biblioteca/pdf/5049.pdf

Ley 20.084:
http://www.bibliodrogas.cl/biblioteca/digital/LEY%2020.084.pdf

Ley Penal Adolescente 



Y empezó a regir la Ley 20.084, con los pinguinos en toma, desalojos inmediatos y montones de detenidos. ¿Qué tiene que ver todo esto con el blog este? Bastante. A continuación , un extracto de la presentación de una especie de libro online sobre el tema, escrito por un oscuro abogado que se cree adolescente. El libro se puede descargar en algunos lados, por ejemplo, AQUÍ.

Canción del día: Children of the Revolution, de T. Rex, donde Marc Bolan nos dice que "no podrán engañar a los niños de la revolución". Que así sea, querido Marc. Se recomienda además escuchar la versión del mismo tema que hicieron los Dead C. en Eusa Kills, y también la de Arto Lindsay con Marc Ribot en el tributo a Bolan que editó John Zorn en Tzadik records hace varios años.

El proceso que ha conducido en Chile a la aprobación e inminente entrada en vigencia de una reforma legal que redefine la situación de los adolescentes frente al sistema penal ha sido un largo, contradictorio, y sumamente interesante. Tanto para quienes se interesen por las políticas de infancia en general como por aspectos más puntuales en la relación entre niños, sociedad y Estado, para los estudiosos del sistema penal como los que piensen en las complejidades de la relación entre derecho y realidad, y en la hegemonía de ciertas visiones sobre la juventud, la inseguridad y la política criminal, para la reflexión y acción en materia de derechos humanos, etc., las posibilidades de análisis, discusión y enseñanzas de este proceso, que aún no ha concluido, parecen abiertas e ilimitadas.

Por de pronto, basta tener en cuenta que mediante esta Ley de responsabilidad penal de adolescentes el Estado y la clase política han intentado resolver una serie de objeciones a la legitimidad y eficacia de su accionar punitivo sobre los menores de edad, a través de una ambigüedad de origen que a la vez que pretendía “implementar” la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, daba respuesta a los requerimientos de “ley y orden”, “mano dura” y “tolerancia cero” que se han posicionado estratégica y hegemónicamente en el país desde la década pasada.

Dicha ambigüedad permite plantearse todo este proceso desde una necesidad de revisión crítica de las posibilidades de aplicación nacional de tratados internacionales de derechos humanos. Lo que bajo esta óptica interesa es detectar en qué medida esos procesos sirven para transformar la realidad en un sentido positivo o emancipatorio, o más bien para suministrar argumentos de legitimación a cambios que tienden a “modernizar” el control social.

Desde el ámbito más específico de la infancia y los derechos de los niños, la historia de esta Ley puede ser vista como la historia de los límites de la democracia que tenemos, y si se quiere, de los límites de la propia Convención sobre los Derechos del Niño (1). Es la historia de la manera en que los procesos de “adecuación a la Convención” terminan invirtiéndose para dar paso a la adecuación del contenido de la misma a lo que los Estados y la clase política quieren hacer en cada momento.

En nuestro caso, se ha dejado de lado una reforma integral que debía definir los ámbitos y mecanismos de protección de derechos de niños/as y adolescentes, para concentrarse en concretar lo que termina siendo el derecho principal que se les ha reconocido en este contexto: el derecho a ser penalizados. De esta forma, la “visión” de un sistema penal adolescente que se construyera como alternativa tanto a la penalización encubierta y sin límites del sistema tutelar, como a la penalización violenta y destructiva del derecho penal de adultos, ha quedado sepultada bajo la posibilidad cierta de que lo peor de ambos mundos se mantenga.

Pues, en efecto, la Ley finalmente confeccionada se parece demasiado al derecho penal de adultos (al punto que no puede ser entendida sin tener a mano el Código Penal y el Procesal Penal), la Ley de menores no ha sido derogada (pese a que el Comité de Derechos del Niño ya ha señalado esa exigencia 3 veces), y no parece que se vaya a renunciar a cualquier posibilidad de intervención coactiva del Estado por debajo de la edad de 14 años (que es lo que anunciaba el mensaje del Presidente Lagos al presentar el proyecto de ley en el año 2002).

Al interior del sistema penal de adolescentes, habrá quienes sigan empleando los mismos viejos criterios discriminatorios propios del modelo “tutelar” para dirigir las formas más duras de criminalización contra los más pobres y marginales, tal como lo demuestra el Instructivo Nº8 (Oficio nº 594) del Ministerio Público, sobre determinación de sanciones de la ley 20.084 donde se expresa, entre otras cosas, que “si el informe revela que el adolescente cuenta con una configuración familiar estable, que usa un estilo participativo de comunicación, pautas de crianza explícitas y la presencia de adultos responsables, puede considerarse que existen mayores probabilidades de obtener exitosamente los objetivos socieoeducativos de una sanción no privativa de libertad” (p.5, el subrayado es mío); “la deserción del sistema escolar suele ser uno de los primeros síntomas de quiebre con la comunidad como institución” (p.7); “cabe hacer mención específica sobre la actitud que se observe en el adolescente infractor frente a la autoridad durante la entrevista” (p.8) . Insistimos en que estas tendencias expresan el riego de que, lejos de superarse en el ámbito del control social de la infancia tanto el modelo tutelar como la posibilidad de aplicación del derecho penal de adultos, los adolescentes queden en definitiva sujetos a lo peor de ambos sistemas.

Pero no sólo eso: tras un proceso de endurecimiento y “adultización” crecientes del sistema penal que se pretendía crear (desde el anteproyecto de 1998 al proyecto del 2002, a lo que fue aprobado por los Diputados y luego por el Senado a fines del 2005), el Cómite de Derechos del Niño -órgano creado por la Convención para revisar la labor de los Estados Partes, y formular recomendaciones en tal sentido- señaló en febrero de este año las incoherencias principales de la Ley 20.084 y recomendó enmendarlas, poniendo en sintonía lo regulado con la CDN y otros instrumentos que señalan estándares exigibles en materia de justicia juvenil , especialmente en lo relativo a garantizar que la privación de libertad se utilice como “último recurso”. Lo que ocurrió en mayo, fue que la Ley resultó modificada, pero en un sentido completamente inverso al que indicó el Comité, con lo cual el largo camino de endurecimiento de la Ley llegó a un punto que a todas luces aparece como “excesivo”.

Así y todo, hay quienes insisten en señalar que esta ley representa un “avance”. Mal que mal, reconocer derechos y garantías en un ámbito donde por definición éstos no existían, parece ciertamente un mejoramiento de la situación. Por ello, la situación sería similar a la de la Reforma Procesal Penal, en que todos coinciden en que lo nuevo es mucho mejor que el antiguo sistema inquisitivo…Sin embargo, ¿es así como nos conformamos con medir estos cambios? Pues, si seguimos con ese ejemplo, deberíamos remarcar el hecho de que, pese a las ventajas comparativas de la Reforma mencionada, nunca ha habido tantos presos en Chile como en nuestra época (un ascenso imparable los ha llevado a unos 42 mil, es decir, más de 230 por cada 100 mil habitantes, lo que resulta una de las tasas más altas de encarcelamiento en América Latina).

En definitiva, entonces, será en el proceso de implementación de esta ley donde se podrá apreciar si los niveles de criminalización y encarcelamiento suben o bajan en relación a los de hoy en día. Por de pronto, lo que resulta evidente es que, comparando el texto de la Ley con aquellos textos normativos de los que su legitimidad emana, las contradicciones son flagrantes. Es más, las modificaciones recientes introducidas por iniciativa del senador Larraín y con el apoyo de parlamentarios de uno de los partidos de Gobierno se contradicen incluso con otras disposiciones del propio texto de la Ley modificada.

En estos momentos, se ven señales de reactivación del movimiento de los estudiantes secundarios, al menos en Santiago, y ya se puede apreciar cómo naturalmente los “pingüinos” están comenzando a posicionarse en contra de esta Ley. Este desarrollo no debiera extrañar a nadie, y menos todavía a quienes han elegido legislar en base a “señales”, puesto que las señales que han dado son claras, se plantean como una declaración de guerra contra los jóvenes, y así son recibidas por ellos.

Frente a esta coyuntura, entonces, lo que se impone como “programa” puede ser esbozado de la siguiente forma:

-Dado que se va a exigir a los adolescentes su “responsabilidad” penal, en un proceso en que el Estado no ha cumplido sus compromisos internacionales sobre derechos del niño y justicia juvenil, debemos señalar la “irresponsabilidad” del Estado, y exigir que se de cumplimiento a todo aquello en lo que se está en deuda en materia de derechos humanos en general, y derechos del niño en particular.

Esta agenda no es menor: la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya ha exigido a Chile la derogación de la ley de Amnistía de 1978, y el fin del juzgamiento de civiles por la Justicia Militar. Esa Justicia Militar es también uno de los factores responsables de la impunidad de muchos agentes del Estado que han cometido flagrantes violaciones de derechos humanos, y no me refiero tan sólo a casos que se arrastran desde la dictadura de Pinochet, sino que también a hechos ocurridos en democracia, como el asesinato de Alex Lemún en el territorio mapuche el 7 de noviembre del 2002, y de Christián Castillo en las barricadas de Peñalolén el 11 de septiembre del 2005.

La violencia institucional se expresa también en las formas habituales de actuación de la policía durante movilizaciones sociales, y en la brutalidad policial ejercida sobre los jóvenes mapuche. Ambas cuestiones han sido señaladas al Estado por el Comité de Derechos del Niño como asuntos preocupantes que requieren medidas efectivas (“preventivas y correctivas”). El Comité ha señalado también al Estado de Chile que el artículo 234 del Código Civil es inaceptable, puesto que autoriza el castigo físico de los niños por sus padres. Cuando esa es la posición del derecho vigente, y las cifras señalan que el 75% de los niños chilenos declaran sufrir alguna forma de maltrato, resulta claro que la obligación del Estado no se agota en la tipificación de nuevos delitos y elevación de penas para los “agresores”, sino que se requiere de una política mucho más activa e integral en contra de estas formas de violencia.

Mientras nada de esto sea tomado en serio, y mientras subsista la Ley de Menores y no existan mecanismos adecuados de protección de derechos, cualquier pretensión de hacer responsables penalmente a los menores de edad adolecerá de una fuerte ilegitimidad de origen.

-Por otra parte, el hecho de que a los adolescentes se les vaya a aplicar desde el 8 de junio algo que en el papel y en los hechos no es sino una forma más o menos atenuada de derecho penal de adultos, es argumento suficiente para iniciar una campaña por la ampliación y efectivización de los derechos de los adolescentes, sobre todo de los derechos políticos y de participación. Ya hemos visto como el año 2001, 2002 y el 2006 los estudiantes secundarios e incluso de básica han dado muestras de una impresionante capacidad autoorganizativa, de movilización, reflexión, protesta y propuesta, mucho más democrática que la participación formal con que los adultos se han conformado en los 17 años transcurridos desde el fin de la dictadura militar.

Al tener ese hecho en cuenta, aparece como más indignante aún el contenido definitivo de la Ley Penal Adolescente, puesto que a diferencia de todas las representaciones y ficciones hegemónicas, el nivel de violencia que ellos han mostrado es bastante baja, sobre todo considerando los niveles de desigualdad en la distribución del ingreso y la ausencia de mecanismos de participación. Nuestros adolescentes no se merecían este texto legal, y por lo mismo es necesario reivindicar el reconocimiento de su derecho a la participación política, a lo menos a nivel local.



1.- Como ha señalado recientemente Eduardo Bustelo: “La Convención Internacional sobre los derechos del Niño corresponde a un momento del desarrollo de la categoría ‘infancia’ en el cual el objetivo es constituir al ‘niño’ como ‘sujeto de derechos’: derechos que serían emulables a los de los adultos. Ahora, históricamente, este proceso corresponde a la instancia de un momento político y cultural en el que emerge una ideología individualista de larga data, hoy denominada neoliberal, y correlativamente se desarrolla un ataque al Estado de Bienestar para desmantelarlo y transferir la estructura de servicios públicos al sector privado. El niño/niña sujeto de derechos sería ‘el niño/niña capitalista’ que se enfrenta a un Estado debilitado que, paradójicamente, debe garantizarle sus derechos” (Bustelo, El recreo de la infancia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, p. 103-104).

miércoles, junio 06, 2007

comunismo cognitivo! 



Reproduzco a continuación fragmentos del libro de Emmanuel Rodríguez "El gobierno imposible", descargable íntegramente en el sitio de Traficantes de Sueños. Esta es la parte final del brillante e indispensable (aunque muy discutible) capítulo "Los cercamientos de la inteligencia colectiva", que se encuentra también en internet separado del libro. El croquis es de G. Debord, 1957, y se encuentra dentro de una gran cantidad de nuevos materiales subidos por los camaradas de Not Bored recientemente a su sitio (ver What´s New en la parte superior de su página de entrada). Canción del día" I don´t care about you, fuck you!", de Fear. Cambio y fuera.


Creación colectiva y estrategias corporativas en la industria cultural

Las mercancías culturales de consumo de masas -libros, música, cine y juegos multimedia- componen uno de los frentes abiertos en esta batalla por la redefinición de las reglas de producción y explotación del conocimiento. En estos últimos años se certifica una fuerte ofensiva, impulsada por las corporaciones discográficas y las grandes editoriales, que trata de modificar la norma jurídica de forma restrictiva: redefinición de los derechos de propiedad intelectual y endurecimiento de las penas a la llamada «piratería intelectual».

La amenaza al monopolio de estas compañías deriva de un doble movimiento que pocas veces se reconoce como un despliegue único. En primer lugar, el abaratamiento acelerado de los costes de edición y la multiplicación de los dispositivos digitales de memoria ha permitido la entrada en escena de una nueva empresarialidad de orden vocacional que, con muy pocos medios, puede competir en el mercado con productos especializados de alta calidad. La aparición de estos nuevos vectores de autoempresarialidad ha obligado a las grandes compañías a redoblar sus esfuerzos en publicidad -inversión relacional y simbólica- en orden a conservar el carácter oligopolista del mercado.

Al mismo tiempo, las grandes compañías han promovido grandes holdings en los sectores de distribución y venta al público -las grandes cadenas de discos y libros. La consecuencia combinada del mantenimiento de la estructura oligopolista y del aumento de los gastos de promoción ha disparado los precios muy por encima del IPC.
En segundo lugar, los límites técnicos y sociales al mantenimiento de un fuero de privilegio monopolista son cada vez mayores. La reducción de los costes de reproducción hace cada vez más impensable y más insoportable tener que pagar por la distribución de los productos cognitivos. El propio desarrollo tecnológico, de la mano de los entusiastas de la libertad de acceso a la información, ha fomentado la difusión de dispositivos de copia gratuitos. Este es el caso de MP3 que permite el intercambio pair to pair de archivos musicales, o de las bibliowebs en el caso del libro, o del software libre en la producción de aplicaciones informáticas. Una suerte de autoprotección o antivirus contra las estrategias de fragmentación y apropiación de los saberes.

Naturalmente, ninguna argumentación que apele al servicio social que supuestamente prestan estas empresas, ya sea en lo que se refiere al «estímulo de la creación», como en lo que respecta a los capítulos de reproducción y distribución, se sostiene con un mínimo de rigor. Sobre este último aspecto los reproductores digitales y la red son infinitamente más eficaces y más baratos que los medios tradicionales de edición en soportes físicos comercializables en tiendas o almacenes. Por el contrario, estos soportes tradicionales distribuidos en el circuito comercial están artificialmente encarecidos e incorporan, de hecho, un sobreprecio derivado de la estructura oligopolista del mercado y de los gastos de promoción.

En cuanto al argumento que sostiene la importancia de la empresa como exclusivo medio de remuneración de los «creadores» y la necesidad de mantener los derechos de propiedad como forma única para «proteger» la producción cultural, la respuesta es necesariamente más larga. En primer lugar, la mayor parte de la producción musical y editorial no produce verdaderos beneficios para los autores. Más del 95% de los «creadores» inscritos en la SGAE (la Sociedad General de Autores y Editores en España) no alcanza a ingresar el salario mínimo interprofesional en concepto de derechos de autor. Esto es, su trabajo es esencialmente vocacional y se remunera por otros medios. Los derechos de autor, por otra parte, representan una parte mínima del valor de los productos -entre el 6 y el 10% en el libro, menos incluso en el disco-, que además no se suele percibir debido a la práctica habitual del pago por obra o por proyecto. Efectivamente, la compañía negocia normalmente la cesión absoluta de los derechos de autor. De este modo, los derechos de autoría no son tanto un medio de remuneración de los novelistas, los compositores o los artistas, como un instrumento fundamental de apropiación capitalista de sus creaciones.
De otro lado, los derechos de propiedad intelectual se imponen de una forma totalmente arbitraria en relación con la naturaleza cooperativa de la producción cultural. Ni en el menos evidente de los casos se puede seguir sosteniendo la noción romántica del «autor» o del «creador». Hoy, cada obra es el resultado de un proceso de síntesis recombinante, en la que operan líneas colectivas irreductibles a la noción de individuo. De un modo absolutamente cínico, las grandes compañías explotan un concepto caduco, condensado en la idea del genio y fundado en una suerte de biologicismo ingenuo y de «self-made» adscrito a la singularidad artística.
Los gestores de la industria cultural conocen el carácter colectivo de la autoría, por eso mismo son capaces de explotarlo. Producen grandes estrellas mediáticas, de facto logos empresariales que agrupan y dirigen el consumo. En términos de calidad e innovación, las marcas de la industria cultural -novelistas reconocidos, artistas celebres, el top 40 de cada año- rara vez representan aportaciones interesantes o significativas. Su principal valor consiste en su «facilidad», asimilable al sentido estético común de los sectores mayoritarios de los consumidores. Es decir, los grandes logos de la industria cultural son precisamente vectores de síntesis, muy modestos por otra parte, de elementos y composiciones previas que han logrado cierto éxito comercial. Las grandes compañías saben que ésta es la única condición de posibilidad para comercializar un producto cultural y por eso parece legítima cualquier mínima variación o modificación de una partitura o de un texto, siempre y cuando no sea literal, para producir nuevas mercancías «de éxito».

En una palabra, las grandes corporaciones no estimulan, ni añaden nada al proceso colectivo de creación. Por el contrario y según la formula de los Wu Ming,8 es en la «república democrática de los lectores» y en la generalización de los medios de autoproducción cultural donde se puede reconocer el sujeto vivo de la innovación.
El derecho de propiedad en la industria cultural se desenvuelve de una forma contradictoria: 1) con relación a una individualidad jurídica -el autor- que realmente no es el sujeto de la creación y tampoco el usufructuario de la misma, y 2) con relación a un estatuto de la obra que confiere derechos a modificaciones mínimas en el código del producto. Sólo sobre este doble pilar jurídico (creación = obra = autor y mínima-diferencia = creación) se sostiene el entramado de explotación cognitiva de la industria cultural.

Y sin embargo, el intento de distribuir la creación por los medios jerárquicos del oligopolio de mercado, está ahora amenazado de muerte por la expansión de los reproductores digitales y los grupos de autoproducción. En ésta nueva coyuntura, las grandes compañías han constituido un lobby de presión, dirigido fundamentalmente a reforzar su posición privilegiada en el mercado por medio del endurecimiento de las leyes de propiedad. La aplicación de las medidas antipiratería, la extensión de los derechos de autor a la copia privada o la imposición de un canon sobre las fotocopias o sobre los CDs vírgenes demuestran el carácter fuertemente reactivo de su política.

No obstante, la aplicación de estas políticas represivas y criminalizatorias sobre las posibilidades abiertas con las tecnologías de reproducción digital puede, de hecho, tener un efecto boomerang, que se manifieste en una involución neta de esta dimensión «cultural» de la excedencia subjetiva.

No es, en absoluto, inimaginable la aplicación represiva de leyes cada vez más duras contra la copia y el préstamo que podrían derivar en un efectivo retroceso de las posibilidades de compartir y producir nuevos saberes. En el curso pasivo de la tendencia a la socialización de las nuevas tecnologías de reproducción, las grandes compañías tienen perdida toda la partida y por eso no descartan soluciones represivas de largo alcance. El régimen de la inteligencia distribuida9 por los grandes oligopolios de la industria cultural está condenado por la propia evolución de los sistemas de reproducción digital, a no ser que la solución represiva y oligopolista, por otra parte de dudosa viabilidad, consiga invertir el curso de los acontecimientos.

El problema de fondo es un problema de márgenes de beneficio que se encuentra ante la imposibilidad de adecuar el precio de la mercancía cultural a sus costes reales de producción y a la remuneración efectiva de los creadores. Mensurar en términos de tiempo y esfuerzo las interacciones sociales que contribuyen a la producción de bienes cognitivos es una tarea imposible. En la actualidad, el precio de una melodía, de un programa informático o de un libro tiene más que ver con la capacidad de una compañía para imponer en el mercado su producto, que con cualquier otra razón económica.

De todas formas, el problema de la remuneración de los creadores permanece sin resolver. Las soluciones sólo puedan ser abordadas, quizás, desde un punto de vista radicalmente distinto al que sostienen los departamentos de relaciones públicas de las grandes empresas. Si se reconoce la centralidad de la cooperación social en los procesos de producción cultural, deberemos también reconocer que este sujeto difuso lejos de ser remunerado justamente, está sometido a un régimen de explotación intensivo sin la contraparte de un sistema institucionalizado de redistribución de la renta.

La no remuneración deriva de la falta de visibilidad y de reconocimiento de la naturaleza colectiva de la creación y de su carácter esencialmente cooperativo, antitético con la idea biologicista del genio, pero también de la falta de experiencias de autoorganización que aprovechen abiertamente esta dimensión cooperativa y abierta del general intellect.

Autoorganización y pasión civil en el software libre

En una de las campañas que recientemente han promovido las grandes compañías del disco y la edición en pro del endurecimiento de las leyes de copyright y la criminalización del derecho de copia, un grupo de activistas realizó una acción de denuncia con una consigna enormemente audaz: «la creación se defiende compartiéndola».

Quizás haya pocos logos más ajenos a nuestra tradición cultural empeñada en encumbrar la originalidad y el genio, estrictamente ligados a la noción de individuo. Sin embargo, esta consigna parece ser el título del modelo más óptimo de producción de conocimiento y cultura en la era postfordista.
Ciertamente, podríamos ser más comedidos. Es una exageración reconocer en este enunciado una posición fuerte de ruptura. En buena medida, la universidad y los saberes académicos, la ciencia y las humanidades han conseguido sus mejores resultados, y con ello han logrado acumular un cuerpo de conocimiento increíble, gracias a las prácticas de socialización y comunicación libre de la información. Con un ejemplo obsceno: si la ley de atracción de los cuerpos descubierta por Newton hubiera sido patentada, muy difícilmente hubiera sido pronunciada la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica. El conocimiento ha encontrado en este modelo de democracia básica -libre circulación de la información, libertad de expresión, libertad de juicio, posibilidad siempre abierta de discusión y refutación- el único marco de despliegue posible.

Por el contrario, la argumentación a favor de las patentes y de los derechos de autor arranca de la combinación histórica de dos ordenes de discurso con genealogías históricas muy distintas.

Por un lado, la revolución industrial se ha apoyado sobre una legislación que permitía al autor -en su defecto, la empresa que compraba la patente- mantener unos derechos de exclusividad sobre el resultado de su trabajo. Las leyes de patentes se aprobaron, en principio, como una forma de reconocer una cierta ventaja de salida para los agentes sociales y económicos que estimularan la innovación tecnológica. Una suerte de derecho de exclusividad -por supuesto, objeto de transacción- que compensaba los costes de investigación y animaba así, la búsqueda de nuevas aplicaciones.

Por otro lado, la idea de autor se ha construido sobre un sustrato cultural difuso ligado a la constitución, desde la época renacentista, de las Bellas Artes. La noción romántica de autor, indisociable de la figura de la individualidad -de su trayecto biográfico, de sus deseos y sus tormentos-, parecía suponer una lazo indeleble entre creador y obra, ésta última como prolongación paradójica del mismo. Como hemos visto, este nexo sigue sosteniendo la política de derechos de autor en la industria cultural.

Esta doble raíz genérica de la propiedad intelectual está sin embargo refutada en un terreno que, de forma nada casual, se considera estratégico para el actual ciclo económico.

La producción de software -sistemas operativos, lenguajes y aplicaciones informáticas-, que en principio parece ligada al ámbito técnico, parece ser más efectiva y más útil socialmente si se realiza sobre un modelo que ha abandonado tanto el concepto de premio a la innovación en términos de exclusividad de uso, como cualquier devaneo narcisista ligado a la concepción tradicional autor.
En la producción del software libre (free software) se ensaya un nuevo paradigma de auto-producción creativa, desligada a un tiempo de la lógica de apropiación capitalista como de la necesidad de centralización autoritaria y de la individualición subjetiva de la creación. Se trata de un paso importante en las posibilidades, realistas hasta la intemperancia, de emancipación y de autoorganización del general intellect; por paradójico que parezca asistimos a la gestación de los primeros embriones de los soviets del trabajo cognitivo.

La Free Software Foundation (FSF), la institución más prestigiosa en el ámbito hacker, define:
Software libre se refiere a la libertad de los usuarios para ejecutar, copiar, distribuir, estudiar, cambiar y mejorar el software. De modo más preciso, se refiere a cuatro libertades de los usuarios del software:
• Libertad 0, de usar el programa con cualquier propósito.
• Libertad 1, de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a tus necesidades. El acceso al código fuente es por tanto una condición previa.
• Libertad 2, de distribuir copias con las que puedes ayudar a tu vecino.
• Libertad 3, de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie. El acceso al código fuente es, de nuevo, un requisito previo para esto.

Un programa es software libre si los usuarios tienen todas estas libertades. Así pues, deberías tener la libertad de distribuir copias, sea con o sin modificaciones, sea gratis o cobrando una cantidad por la distribución. El ser libre significa -entre otras cosas- que no tienes que pedir o pagar permisos.10

Curiosamente el software libre coloniza un territorio -de hecho lo produce- que se localiza en las antípodas de la ingeniería capitalista. El software libre se distancia del software propietario no tanto por lo que se refiere a su gratuidad como por este conjunto de libertades que para sus representantes son parangonables a la libertad de expresión. Construir un programa de acuerdo con el principio de la open source (código fuente abierto) y, por lo tanto, expresar un máximo de publicidad y de voluntad de contagio y seducción -cualquiera puede tomar y modificar el programa a su antojo- supone una modificación radical de la norma jurídica.
En este sentido, la fsf ha dado cobertura a la llamada General Public License (gpl), que precisamente asegura el carácter público y abierto de la propiedad. De este modo, la gpl garantiza que el programa pueda seguir siendo libre, que no pueda ser objeto de apropiación privada.

Pero la fuerza del software libre no radica tanto en esta declaración de intenciones, en la adopción de un articulado constitucional que toma como principio el rango público de los programas, como en su potencia constituyente, en su capacidad de movilizar un nuevo modo de producción cooperativo que resulta más eficaz y que tiene mayores utilidades sociales que las formas tradicionales de subordinación del trabajo cognitivo a la formación de capital. De modo fuerte, se podría decir que el software libre inaugura un medio de autoproducción del general intelect no sometido a mando.11

En primer lugar, el software libre se funda en la producción cooperativa. En ningún otro caso se comprende mejor lo que hemos llamado rendimientos crecientes. El open source permite a distintas comunidades programadores y usuarios introducir cambios en las líneas de programación, modificar y mejorar los programas. Precisamente, esta libertad de acceso a la información, y de poder modificarla de acuerdo con los intereses específicos de cada programador o usuario, permite testar y mejorar los productos de un modo que no está al alcance de ninguna empresa. Según la sentencia de un conocido hacker «si se tienen las miradas suficientes, todas las pulgas saldrán a la vista».12

De este modo, la programación hacker traza líneas de cooperación absolutamente inalcanzables para un equipo de programadores a sueldo de una sola empresa. En cada proyecto de software libre colaboran decenas, cientos e incluso miles de programadores y usuarios que señalan problemas y descubren soluciones de acuerdo con sus situaciones y especializaciones concretas. La enorme potencia de este modelo en red viene señalada por los propios productos de software libre. Por supuesto, el buque insignia, GNU/Linux -el sistema operativo desarrollado mayoritariamente bajo licencia GPL- se muestra bastante más eficaz y con una arquitectura, a un tiempo, más compleja y más bella que la de Windows.

Por otra parte, el desarrollo del software libre como el desarrollo de la red está ligado a una nueva figura, el hacker. La palabra hacker designa en principio a un entusiasta de cualquier actividad. En la jerga de los programadores señala a aquellas personas que se dedican a programar de forma apasionada. El acento se coloca en el aspecto voluntario y vocacional de la actividad. Nótese bien, que la ética hacker no tiene nada que ver con una moral de la abnegación o el servicio y mucho menos con la moral protestante que considera el trabajo una prescripción, una obligación.13 Al contrario es la capacidad de producir, de crear, de comunicar, la que anima la actividad de programación.

Además, la actividad hacker está atravesada por una dimensión estrictamente social. La genealogía de la informática hacker es, de hecho, una genealogía política, que esta estrechamente ligada a los desarrollos de la contracultura californiana. Internet nació como una red ciudadana entre departamentos universitarios y equipos de investigación animada por estudiantes inquietos del ambiente político y contracultural de Berkeley y San Francisco. El primer ordenador personal fue desarrollado por un grupo de hackers liderado por Steve Wozniak. Incluso Bill Gates se formó en este medio tan extravagante desde una perspectiva tradicional de la tecnología.

El carácter cooperativo de la producción de software libre y la ética entusiasta y vocacional de los hackers es congruente con una cierta forma de pasión civil. Se trata de poner en común una información y unos programas que pueden ser útiles a la comunidad en la medida que lo son ya a los productores y a los usuarios más implicados en el proceso de producción. Aparece, así, una nueva figura del benefactor social, que no tiene nada que ver con el viejo filántropo paternalista, sino que se presenta como un actor apasionado y deseoso de comunicar.

De este modo, en el software libre se da una coincidencia no casual entre una alta composición técnica del trabajo cognitivo, un modelo cooperativo fundado en la libertad de acceso a la información y la pasión civil que prima el valor social de las aplicaciones sobre cualquier otro criterio de rentabilidad. El software libre refleja una nueva composición del trabajo que aplica y organiza, de un modo más efectivo, aquellas características generales que reconocíamos en el trabajo cognitivo: la centralidad de la cooperación, la identificación medios de producción-cerebro del trabajador, el uso creativo del conocimiento, la espiral de rendimientos crecientes y el trabajo como un flujo tendido. En una palabra, el modelo del software libre parece organizar, de un modo creativo y generoso, las capacidades del general intellect. Un dispositivo de producción expansivo y de alto valor social que prescinde de las formas de mando y organización características de la empresa capitalista.

En esta dirección, frente al modelo cooperativo de la comunidad hacker, la reacción del Estado y las grandes compañías de software es absolutamente paradójica. En el caso de las empresas, parece que por un lado reconocen en el software libre una amenaza. Organizan estrategias similares a la que ofrece cualquier mercado: publicidad, marketing, reserva de derechos propiedad, ocultamiento del código fuente, secreto industrial. Sin embargo, y por otra parte, se ven forzadas a reconocer también las virtudes más que potenciales del modelo hacker. Netscape, nada sospechosa de veleidades anticapitalistas, ha desarrollado sus últimas versiones de acuerdo con el modelo del open source y de la cooperación en red. Y paradójicamente, Microsoft sólo ha conseguido imponerse como sistema operativo hegemónico permitiendo la piratería masiva de su productos.

La legislación es también contradictoria, pero mucho más peligrosa. La posibilidad de patentar los métodos de programación, ya vigente en Estados Unidos, y en estudio en Europa,14 está dando lugar a situaciones contradictorias que amenazan con agotar la capacidad de crecimiento del software libre. Por un lado se ha dado curso a patentes de métodos totalmente triviales.15 Por otra parte, las leyes de patentes han abierto la posibilidad de registrar métodos de programación y patentar, de este modo, los algoritmos que permiten la resolución de ciertos problemas comunes en la programación informática. ¡Si este principio se hiciese extensible al uso de la lengua o al desarrollo de las matemáticas se tendría también derecho a registrar la sintaxis y las fórmulas matemáticas!

La producción de norma jurídica dirigida a la captura del exceso cognitivo demuestra, aquí, una arbitrariedad y una ambivalencia insalvables, que pueden desencadenar procesos de involución o de destrucción de la saberes comunes. Las leyes de patentes del software han destacado, en este punto, por su carácter especialmente contraproducente y confuso.

La mayoría de las grandes empresas patentan métodos de programación que utilizan en sus programas con una finalidad meramente defensiva. Las patentes son ante todo, una garantía que permite eludir los tribunales frente a otras compañías. Por otra parte, el efecto que puede tener la aplicación de estas leyes a la producción de software libre puede ser sencillamente catastrófico; un eficaz disuasorio para muchos programadores que realizan su actividad libremente, pero que de acuerdo con estas directivas se encontrarían indefensos ante un posible juicio por «apropiación ilegal» de métodos de programación.

En resumen, el software libre es quizás el caso más avanzado de autoorganización del trabajo cognitivo sobre el plano de una radical inmanencia de los rasgos genéricos de la intelectualidad de masas. Por eso, su especial significado político. Estos primeros ensayos de autoorganización de la cooperación social se muestran como las primeras pistas en una completa inversión del concepto de riqueza. Un concepto de riqueza gobernado por el ethos vocacional, por la pasión de producir y comunicar.
El software libre es, así, una proyección de las virtualidades de la autoorganización del general intellect. Por el contrario, la versión negativa de una producción de saberes sometida al mando del capital se puede reconocer, de forma trágica, en las biotecnologías y, en especial, en la expansión de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM). En este campo de investigación las aplicaciones tecnológicas, dirigidas por las grandes corporaciones, están orientadas en su mayoría por criterios que tienen un valor social negativo.

Hasta la fecha, la extensión de los OGM ha contribuido a reducir la biodiversidad de los cultivos, ha producido importantes manchas de contaminación genética en variedades cercanas, riesgos reconocidos para la salud y una mayor dependencia de las grandes compañías en materias de adquisición y venta de las semillas. Y esto sin mencionar algunos de sus efectos sociales previsibles, como son la ruina de buena parte de los sistemas de agricultura tradicional y la desposesión de una multitud de pequeñas economías campesinas en las grandes periferias agrarias del Sur.
La sociedad del conocimiento se presenta, por lo tanto, como un posible horizonte emancipatorio -e incluso como una realidad en expansión- sólo si se considera la posibilidad de la autoorganización efectiva del general intellect. Autoorganización siempre contrapuesta a los mecanismos de captura y subordinación capitalistas.


Copyright © 2003 Emmanuel Rodríguez
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